jueves, 6 de agosto de 2020

VIVENCIAS EN LA ROMANA: MI NIETA APRENDIENDO A MONTAR BICICLETA

Por Henry Osvaldo Tejeda
Ciertos pasajes de lo que aquí voy a narrar, superan en jocosidad a muchos otros  que aparecen en mis chácharas. Tengo una nieta de ocho años a la que desde hace cuatro días, la estoy enseñando a montar bicicleta. El primer día, como es natural, fue un huracán; un puro desastre, yo corriendo a su lado evitando caídas, tropezones y hasta un perro hijo de mala perra del barrio, nos ladraba cada vez que  pasábamos por su lado, mientras yo, con el cuerpo "desguañangao" y fuera de forma por falta de ejercicio, me ahogaba del cansancio, en el más corto de los tramos de la  calle que corría agarrando la bicicleta para evitar que mi nieta se cayera.  ¡¡uffff!!
El segundo día, no es que fuera tan mal, porque el trajín huracanado del aprendizaje disminuyó sus vientos, y el "zanguluteo" de mi vieja estrcutura ósea  estuvo un poquito mejor que el primer día, aunque estuviera igual de cansado que antes. Al tercer día, la niña me dijo: : _ _Buelito",  ¿y cuándo es que yo voy a aprender a correr sola? Me quedé callado, para no bajarle el ánimo, porque al ritmo que vamos, este asunto va pa´largo. Una de las rueditas traseras que mantienen el equilibrio y que evitan que la "ciclista" se caiga, se dañó, porque fueron tantos los despatillazos y jondiones tanto de una lado como del otro, y eso sobrecargaba las rueditas, hasta que una de las pobrecitas piezas que sostenía la ruedita colapsó, por lo que hubo que quitarla. Decidimos iniciar  el tercer día  sin la ruedita estabilizadora y así lo hicimos. ¡A juir" de nuevo!
El hecho es que iniciamos el recorrido, y para mi sorpresa, la niña empezó a dar visos de tener ya el mínimo de equilibrio. Bueno, no fue  sorpresa porque adrede, yo la dejaba correr sola pequeños tramos de la calle, digamos que unos cincuenta o sesenta pies. Al final de la tarde, las cosas se mantuvieron con ella corriendo esos pequeños tramos, y entramos a la casa, por lo que puedo decir que, el huracán, degeneró en tormenta, y eso es una mejoría para la "ciclista".
Al cuarto día, es decir, hoy, arrancamos con todo el entusiasmo, por lo bien que "nos fue" en el día de ayer e iniciamos el recorrido de costumbre, en medio de la calle del sector en que vivimos que está muy bien asfaltado. Esta vez, entre choques y choques con los contenes de lado y lado de la calle, más los bruscos guayazos de zapatos al estar a punto de caerse, los tramos que mi nieta corrió sola aumentaron en un quince por ciento. 
Antes de seguir el relato, debo decir que, el primer día, en la misma calle había una chiquilla de su misma edad corriendo en una bicicleta del mismo tamaño que la de mi nieta. Al parecer, la otra niña, es amiga de ella y cuando la vio, la saludo soltándose de una mano. Ahora viene lo bueno; mi nieta, con solo quince minutos de haberle puesto las nalgas a un sillín de bicicleta, se quiso soltar de una mano para saludar a la otra niña, y enfiló derechito hacia el contén con todo y bicicleta; por suerte, ahí estaba "buelito" que la sujetó evitando que se rompiera hasta el ministerio de los dientes. La miré y le pregunté: ´Entonces, ¿Vas a saludar de nuevo a  tú amiguita cuando ella pase de nuevo? Me miró, aún medio asustada, y me dijo: "Abuelo, cuando yo aprenda la semana que viene, la voy a saludar". Admiré su optimismo. 
Bueno, esos fueron unos breves segundos de antología, pues, guillarse de ciclista con solo diez minutos de haberse iniciado en el aprendizaje solo se le ocurre a ella, pero la entiendo, porque confiando en que yo no la dejaría caerse, tal vez  quiso  alardear de que también ella se podía soltar de una mano para saludar.
Para no cansar con la narración, debo decir que, nuestra heroína de la historia avanzó en este, su cuarto día de aprendizaje, por lo menos, un veinte por ciento más; ya puedo decir que está a la mitad de hacerse una ciclista recluta y los próximos tres días determinarán si puede llegar a ciclista cabo. Ya en el día de hoy, la única de las rueditas estabilizadoras, no hizo muy falta, y la niña, parece que se dio cuenta, por eso es que digo que, el día de hoy con respecto a la bicicleta aún no ha terminado, por lo que ahora voy a contar; ahora viene lo jocoso, tierno y encantador de  vivir y gozar la inocencia de los niños. 
La niña entró a la casa rebosante de alegría, y corrió donde su madre a decirle que ya ella estaba corriendo sola (Exageró, pero se le perdona ese exceso de niña optimista). La madre la felicitó y la abrazó. Como a la media hora, escuché a la madre de la niña riendo a carcajadas sueltas; no paraba de reír. Luego se me acercó, aún riendo, para decirme, que la niña entró a la computadora, abrió Google y escribió lo siguiente: "Cómo se aprende a correr en bicicleta sin la ruedita chiquita de atrás"
Cuando la madre vio eso, fue cuando explotó de la risa, y la niña, ni por el diablo quería que ella me contara lo de su pregunta a Google porque le daba vergüenza. La niñez de la mano de la inocencia; ¡qué hermosa es la inocencia!
Si las cosas van bien, seguiré narrando la historia de la bicicleta y las incidencias del aprendizaje de mi nieta.