lunes, 21 de diciembre de 2020

Vivencias en La Romana: El chófer estratega del concho ¡Quisqueya por la "A"

Por Henry Osvaldo Tejeda
Parado en una acera del centro del pueblo, esperando un vehículo para ir a mi casa, y el primer carro del concho que pasa por la Asociación Romana me divisa a lo lejos, y al mismo tiempo que levanta la mano a la manera de la estatua del padre Montesinos, me vocea: ¡Quisqueya por la A! Le hice seña de parada, y frenando el carro al estilo como se hace en el campo para detener un burro cuando se le "jala" el freno de golpe, el carro se detuvo casi en el medio de la calle. 
Presuroso, me monté para evitar un pleito, pues el carro que venía detrás de "mi concho", casi lo choca por detrás. Mientras me acotejaba en el raído siento, evitando un alambre que se le salía a un spring dañado, escuché que alguien voceó algo desde atrás, pero sólo pude oir el final de la frase y la última palabra empieza con mar..... Y termina en coóooon, y otra que menciona a un hijo y que termina puuuuuutaaa, pero no sé al hijo de quién se estaba refiriendo la voz, pero el chófer ni se inmutó y arrancó "jarda abajo” rumbo a la avenida Libertad, la vía que le pasa por el frente al Central Romana, que es la misma que se toma para salir por el oeste de La Romana hacia la capital, y hacia el este si es para Higuey. 
El chófer me brindó una sonrisa, y en la esquina del parque del Obelisco, al ver varias guaguitas estacionadas una detrás de la otra esperando pasajeros de la zona franca, con el semáforo en verde, "mi chófer" puso un truño. Esos son los chóferes de guaguitas de la ruta de Los Mulos (Sector muy populoso de la parte oeste de la ciudad), que más indecentes y mal educados no los puede haber en ningún pueblo. Mi chófer" les echó una peste feísima por estar mal estacionados y por estar obstruyéndonos el paso aún con el semáforo en verde. La brisa se encargó de repartir la peste que les lanzó mi chófer a cada uno de esos perros que no respetan nada ni a nadie, pero esos faunos ni pa´llá miraron. 
Se paran horas muertas en ese lugar, oteando el lado oeste por donde deben llegar los trabajadores de la zona franca; se creen dueños de las calles. Esta situación se da en la esquina de las calles Castillo Márquez con Doctor Hernández, frente al mismo parquecito del obelisco, a solo 100 metros del cuartel PN. 
Seguimos la ruta y llegamos frente al supermercado Jumbo, ahí se volteó en su asiento casi sacando medio cuerpo, y no sé qué carajo vio porque de repente metió el acelerador hasta donde le dicen Cirilo y sólo cuando rebasamos ampliamente el área del supermercado Jumbo, le dije: 
_ Óigame amigo, ¿Acaso piensa usted que a esa velocidad va a conseguir pasajeros? 
_ Un momento amigo -me dijo con respeto- esto es cuestión de estrategias, el choferismo es también una ciencia y hay que saberlo manejar o te lleva el Pájaro Malo en la ruta. Se regodeó al decir esto mostrando una sonrisa; se creyó un gurú del volante. Yo le seguí metiendo conversación, porque ahora me picó la curiosidad y quise saber, dónde estaba lo científico de andar en un carro desvencijado, del que ya no se sabía ni la marca, porque tenía piezas de todas las marcas. Dos puertas de color blanco y dos rojas, el bonete azul, y del baúl ni idea tengo de qué otra marca era porque estaba tan desguañangao que tuvo que amarrarlo con una soga de cabuya. Ahora le dije: 
_ Amigo mío, yo no veo cuál es la estrategia ni la ciencia de las que hablas, sobre algo tan simple como correr por la calle pa´rriba y pa´bajo; pararte donde hay un posible pasajero y hacer señas a ver si la persona "va, o no va". 
_ Ah, coño, usted lo que está es por ofender! Pero cómo que no es cosa de estrategia y algo hasta científico? Si usted quiere, bórrele un poquito a lo de científico porque ya eso huele como a una cosa muy grande. Yo le voy a demostrar que el manejo es una cuestión de estrategias antes de que lleguemos donde usted se va a quedar. 
Diciendo esto, vio a tres chicas que le hicieron parada; me miró y se sonrió como quien dice, aquí empieza mi demostración. Saludó a las chicas con mucha amabilidad y arrancó, ahora más moderadamente, pero no habían pasado ni dos minutos, cuando me miró den nuevo para decirme: 
_ Ud. ve lo que dije amigo? Ahí quedó demostrado que hay que ser un estratega del concho para no morirse de hambre en la ruta. Al decir esto, peló los dientes con una amplia sonrisa. 
Yo no entendía por qué me dijo eso. Fue cuando entonces, le dije: 
_Yo no veo cómo me estás demostrando eso de estrategias en el concho, porque hasta donde he visto, lo único que hiciste fue detenerte a recoger esas chicas que te hicieron parada. 
_ Exactamente -me dijo-, ha dado usted en el clavo, pero antes de explicarle mi filosofía quiero preguntarle algo. Al decir esto, se acotejó bien en su asiento y tomando pose de "profesor catedrático del concho" me dijo: 
_ Vio usted cuando estábamos frente a Jumbo, cuando yo me "voltié" y saqué el cocote lo más que pude por la ventana? 
Como en realidad yo había notado eso, le dije que sí. 
_ Pues mire amigo, en ese momento había un carro casi nuevo que venía detrás de mí, es más, mírelo ahí detrás lo pegadito que viene todavía de este carro -me dijo-, señalando un carro amarillo casi nuevo que estaba detrás de nosotros y que al parecer, venía conchando. 
_ ¿Lo ve usted? mi estrategia fue que, si yo no meto el acelerador hasta el tope para despegarme de ese carro nuevo, ¿acaso cree usted que estas tres mujeres se hubieran montado en este cuesco viejo? 
_ Pero yo me monté en este carro, amigo, lo importante es llegar a casa. -Le riposté- 
_ Ajá, eso lo sé! Pero yo tenía acelerar cuando lo hice, pues no podía tener a ese carro nuevecito de cajeta pegaíto de este anafe con ruedas porque las mujeres no me habrían hecho caso y se hubieran montado en el otro carro. Se montaron en mi carro porque no vieron otro cerca de mi, y no lo vieron por mi estrategia de poner distancia de ese carro con solo un acelerón, que usted hasta me lo criticó, pero que me hicieron ganar 90 pesos. ¿Cómo lo ve? 
No dije más nada, en realidad ese tipo está preparado para andar en las calles. Sólo me sonreí, con lo que él quedó satisfecho y con la certeza de que me convenció de que él es un estratega y un científico  del "conchismo".

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