lunes, 8 de junio de 2020

VIVENCIAS EN LA ROMANA: PENDEJADAS EN EL TIEMPO DE PANDEMIA

Por Henry Osvaldo Tejeda
En el transcurso de esta pandemia, estamos viendo de todo: pleitos, por aquello de que "ahora no te puedo pagar", amores fallidos, reducción de los cuernos por fuerza mayor, funcionarios haciendo su agosto con las compras del gobierno, gente rabiosa a las que no hay quien les hable, porque te dan un boche o te  jondean lo que tengan a mano. 

Estamos viendo, cómo la gente se va acostumbrando a vivir con la muerte al lado; el virus ha tomado el lugar de nuestra sombra para estar gardeándonos pegao. Es como si el miedo y el mismo virus nos hayan poseido. 

Hay gente que casi ni habla, no porque no quiera hacerlo, sino, porque la mascarilla le molesta, pero es mejor así porque muchos en lugar de hablar; rebuznan. Gritan tanto que, uno tiene que andar con una sombrilla para evitar ser escupido, pues al hablar, chorrean saliva como agua de ducha de baño pero hay otras que ahora hablan demás. En mi sector hay un tipo que vocea más que una aguacatera haitiana. 

Otra cosa que nos trajo el Virus fue que, en los bancos comerciales, antes te obligaban a quitarte las gafas y todo cuanto llevaras puesto en el juicio y ahora, es obligatorio taparse la  cara con una mascarilla; no sé cómo no le han exigido ya a la gente que se ponga algo debajo de los sobacos para evitar el vaho a grajo.  Debo decir que, la gente está muy equivocada en este país, porque el referente del grajo no son los negros, específicamente, los haitianos porque yo puedo decir que no hay vaina que hieda más a perro muerto que un italiano o un español,Si, así blanquito de ojos verdes y de pelo bueno. Esa gente "jiede" a todo, menos a algo bueno. 

Un día, entré a un banco comercial en La Romana, y estuve al vomitar, porque me tocó hacer fila detrás de un italiano; ¡Ofrézcome pero qué pestilencia! Ese sujeto hedía a pena de muerte. si a ese hombre le propusieran cambiarle la mugre de sus sobacos por cinco perros que tengan una semana de muertos, el dueño de los perros estará haciendo un muy mal negocio pues, por más que hiedan esos perros, no se acercarían nunca a la hediondez y pestilencia que despedía ese tipo.

Algo que ha causado un gran  malestar en los enamorados,  es que hasta en el chulear, han tenido que hacer una larga pausa. Cuando hablo de beso, me recuerdo de un cuento que escuché en mi pueblo de un señor que tenía una hija que, cuando tenía 17 años de edad, se metió en "amores de muchachos" con otro joven de 18. Él la invitó a una fiestecita que había al otro lado de la ciudad. La niña, pidió permiso a su padre, uno de estos viejos súper celosos de sus hijos y que creen que van a tener para siempre a las hijas viviendo en su casa.

 El padre entruñó la cara, y medio molesto, le dijo:
_ Tú no tienes edad para andar de fiesta en fiesta; no inventes!
_ Pero Pa, la fiestecita es en la casa de unos amigos del colegio.
_ Ya te dije, no voy a entrar en esa; la juventud de ahora no piensa, y si lo hace, es al revés.
_ Todas las amigas del colegio van, y seré yo la única que no estará allá, porque tengo un padre que todavía no sale de los tiempos de antes; Pa, tú pareces estar en los tiempos de Trucutú; te lo ruego Pa, solo estaré un par de horas, le dijo ella, llorosa.
El padre, al ver la congoja de su hija más querida, se le aflojaron las tuercas de la reciedumbre y en tono compasivo, le dijo: 
_ Está bien, te dejaré ir. 
Al escucharlo, la niña tiró un brinco, corrió hacia la puerta de entrada y desde que la abrió, apareció el carajito, quien ya estaba ahí desde hacía ratos ya esperando que ella le dijera la respuesta del papá.
Cuando ya se iban, el padre llamó a su hija aparte y le dijo:
_ Mira, hija, yo sé que los adolescentes  se viven curcuteando y se besan, pero te voy a decir algo que quiero que te metas bien en el tutú, y solo te lo voy a decir una vez: ¡cuídate de que los besos que se den, no sean  reburujando la lengua, porque un solito beso con un chin de estrujaita de lengua, es un telefonazo directo a la fábrica de muchachos. 

Ya lo sabes, cuídate bien para que no te me aparezcas un día en esa puerta con la barriga llena, porque en esta casa ninguna de mis hijas vino con una petaca antes de haberse casado, y tu, todavía eres una niña.
La niña asintió, dio un guayazo en el piso y luego salió corriendo como honda que lleva el diablo, hacia donde la estaba esperando su noviecito.

Durante la cuarentena, estamos viendo una campaña política única en el mundo, en la que unos  regalan lo ajeno,  y otros piden también para regalar. Otra cosa son las chichiguas, jamás se había visto tantas cosas de esas en las tardes dominicanas. Me subo al techo de la casa, y veo el cielo nublado de ellas, en una sola tarde llegué a contar  más de doscientos de ellas. 
 
Desde que son las 5 de la tarde, las personas que no respetan  el  toque de queda, ponen un par de vigías en las dos esquinas más cercanas a sus casas para que el tipo las haga de Rodrigo de Triana cuando voceó, ¡tierraaaa! La diferencia con Rodrigo de Triana, es que, el del barrio lo que voceaba era: ¡Corran coño, que ahí vienen los rastreros! 

Esa y otras fraselas, las he escuchado en mi sector, cuando uno de los vigías les avisaba a los vecinos violadores del toque de queda, sobre la llegada de  la policía. Hay mucho qué decir de lo que está pasando en este país producto de esta pandemia, pero prefiero dejarlo de este tamaño por ahora, porque si empiezo a soltar por esta lengua, iré a dar con mis huesos a una cárcel llena de contagiados con el virus, y de presos que no han visto a Linda desde hace mucho, y eso es aún más peligroso que el mismo virus, porque no quiero ni imaginarme que me lleven preso y que un sujeto de esos me llame para decirme: ¡Hey, tú, ven, abájate aquí y pásame este jabón! ¡Bueno, mejor dejemos esta vaina de este tamaño!

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