sábado, 12 de septiembre de 2020

CHÁCHARAS: DOS BORRACHOS EN MISA

Por Henry Osvaldo Tejeda
Domingo por la mañana, empieza la misa en la iglesia en uno de esos pueblitos lejanos donde el diablo echó las tres voces, es un lugar ubicado allá casi en la nada (¿?), digamos que un macondito cualquiera de nuestro país. El pueblito de esta historia, está en lo más profundo del suroeste de mí este conuco con luz al que nos ha cogido con llamarle dizque país. El pueblito, es colindante con la vecina república de Haití. Pues bien, se inicia la misa con uno de esos himnos llevados ya a lo popular interpretados con los ritmos medio "adenvousado"de estos tiempos, entre los que se incluye esa cosa que le llaman reguetón. Pero es lo mejor que ha hecho la iglesia, porque en estos salirle a los feligreses con un canto gregoriano en esa parte del país, es para que le dejen el "pelao" al cura.
Debo decir que, en mi pueblo San José de Ocoa, a la llegada del padre Luis Quinn y mi entrada al coro de la iglesia, del que fui director, eliminamos todos esos cantos "semanasanteros" vacíos que solo le daban sopor a la gente sin llevarles un mensaje de actualidad como pasa ahora cuando el cura es de esos a los que les llaman caco caliente. Pues bien, nosotros cambiamos toda esa música sacra, la lírica, los ritmos y los sonidos. Comienza la misa, y el cura dice:
_ Que el señor esté con ustedes.
Pero antes de que los feligreses respondieran con el consabido, "y con su espíritu", se oyó la voz de uno de dos sujetos que, desde antes de iniciarse la misa se enfrascaron en metido en discusión. Eran dos borrachos que les cogió el día sin terminar la parranda y amanecieron bebiendo recostados de la pared frontal de la iglesia.
La voz, parecía como que le respondía al sacerdote:
_ Sí, yo estoy contigo, pero tú eres un azaroso porque se te olvidó pagarme los veinte pesos que te presté hace ya más de dos meses, y eso es un robo.
Los feligreses se sorprendieron, mientras respondían al cura:
_ "Y con su espíritu".
Los borrachos, en su "dime que yo te digo", fueron rodando y ya estaban en la misma puerta de la iglesia.
El cura inició su sermón, y como era uno de estos sacerdotes tipo Rogelio, empezó a entrarle a dos manos al gobierno diciendo casi a todo pulmón:
"...Y no se puede tolerar que lo poco que un pobre y humilde trabajador se gane con el sudor de su frente, vengan estos satánicos y perversos ladrones a robárselo.
Desde la puerta se oyó la voz de uno de los borrachos:
_ ¡Bien dicho, cojollo! Eso mismo es lo que le estoy diciendo a este hijo´ e puta, por robarme veinte pesos.
El borracho, parece que pensó que el cura lo estaba defendiendo.
El cura solo los miró allá a lo lejos, pero no le hizo caso, y siguió con su discurso de barricada:
_ Porque ya uno no sabe qué carajo es que se cree ese presidente que tenemos, privando en dictador; no es más que un abusador.
Se oyó la voz del mismo borracho:
_ Sí, señor, eso es así. ¿Lo ves? Te he dicho mil veces que eres un abusador y que te agarras de que eres amigo del teniente de la policía para no pagarme, y cuando te cobro, me quieres meter los pelos pa´dentro, y también quieres es caerme a palos.
El cura, volvió y los miró, tampoco le hizo caso y siguió la prédica diciendo:
_ Pero eso no es todo, aparte de robarse el dinero ajeno, ese señor también le echa a sus perros policías a caerle a macanazos cuando la gente protesta ´ por esos robos.
Ahora fue el otro borracho el que voceó:
_ ¡Buen "jabladorazo"! Yo nunca he amenazado a este sucio borrachón cuando me ha estado cobrando, pero si es cierto que a veces me dan ganas de degollarlo, porque usted no se imagina lo que jurunga este tipo por esos veinte trapos de pesos, y hay momentos en que me dan ganas de darle tres palos que en el juicio.
El sacerdote siguió: 
_ La gente no debe dejarse maltratar de nadie, y está escrito que cada cual tiene derecho a defenderse de los abusos:
EL primer borracho dijo:
_ ¿Escuchaste eso, perro? Yo tengo derecho de entrarte a dos manos, porque no debo dejar que una basura como tú me maltrate. Así es que ya lo sabes, cuando te vuelva a cobrar, si solo me amenazas el que se va a joder vas a ser tú.
El cura continuó, como dijimos, es de la marca Rogelio Cruz, cada vez que hablaba de los abusos del gobierno, más se le iban calentando las orejas; así siguió:
_ No sean pendejos, tírense a las calles a reclamar lo suyo, no dejen morir sus hijos de hambre porque a un hijo de mala madre le dé la de robarle sus chelitos.
El borracho que reclamaba los veinte pesos, se encojonó, y le voceó al otro:
_ ¡Ven hijo de tú maldita madre, vámonos pa´ la calle, que voy a tumbá una fila de dientes; te voy a dejar la boca como un embique! Ya me jarté, a mi tu no me vas a robar la comida de mis macacos.
_ Pero tú te estás volviendo loco animalazo, dijo el otro borracho. ¿Te vas a llevar de ese “boca aguá” que te está mandando a pelear conmigo?
El sacerdote, hizo una breve pausa, para terminar el sermón con las palabras siguientes:
Bueno, no quiero que ustedes piensen que los quiero llenar de odio, porque el señor no nos enseñó a odiar, pero tampoco a ser pendejos. Ahora, sin dejar de pensar en lo que les he dicho, pongámonos en paz para tomar la el cuerpo de nuestro señor Jesucristo. Se refería a la hostia, y diciendo esto, miró hacia el rincón donde estaba el coro, el director cogió la seña y miró a los integrantes del mismo y estos empezaron a entonar un canto, esta vez con ritmo de reguetón.
Hasta los borrachos se calmaron cuando oyeron las palabras del cura, y hasta se sorprendieron cuando oyeron la música, dejaron de discutir, se dieron un trago cada uno y empezaron a bailar la música de la iglesia, y sin darse cuenta, ya estaban detrás del último banco bailando el religioso pleito de perros; oh, no, perdón, quise decir el re
ligioso reguetón. 
Luego vino el ofertorio y los feligres
es hicieron una fila para recibir la comunión. Uno de los borrachos que nunca había ido a una misa se acercó a una viejita, y con su voz estropajosa le preguntó para qué era esa fila, y si ellos podían estar también en ella.
La viejita, luego de recibir ese trago de romo amanecido en la cara le dijo:
_Sí señor, ustedes pueden estar en la fila para que vayan a recibir el cuerpo del señor.
Luego de darle las gracias a la viejita, el borracho le dijo al otro:
_ ¡Coño mano! ¨Vámonos de este velorio, aquí parece que se murió alguien y no me gusta bregar con muertos, y mucho menos comérmelos. Ya oíste lo que dijo la señora de que vamos a recibir el cuerpo de un señor; segurito fue que firmó con los Orioles y no saben qué hacer con él y lo quieren repartir entre todos los que estamos aquí para que nos lo comamos 
¿Ta loco?Yo no como gente.
Riéndose, el otro borracho le contestó:
_ No seas burro, es que así es que le dicen a la galletica que el cura le da a la gente para que se la coman, lo sé porque mi mujer viene a misa y me lo cuenta todo, y me dice que esa galletica es solo un allante para hacer creer que se están comiendo a Jesucristo, el tipo ese que mataron; eso pasó hace una trulla de años.
El otro borracho, se convenció, y dijo:
_ Okey, entonces, a vamos a meternos en la fila a ver qué sacamos de esto, ya me siento curioso y quiero comerme unas cuantas de esas galleticas.
El cura fue dando la hostia, y los borrachos seguían cada cosa que iba pasando, pero con más dudas que ganas de seguir adelante, pero siguieron. Notaron que, cuando el cura daba la hostia, los feligreses se iban con la boca cerrada y con la cabeza baja hacia su asiento.
Bueno, llegó el turno del primer borracho; el cura lo miró fijamente por unos diez segundos y al ver que era uno de los dos necios que tanto lo interrumpieron durante el sermón, abrió los ojazos de tal forma que parecían dos bolas negritas de billar, a la vez que se le dibujaba una sonrisa en los bembes, una muestra fehaciente de que se le encendió el bombillito de la venganza. Luego de este brevísimo momento, este le dijo al borracho:
_ Hermano, tenga usted la amabilidad de esperar un momentito; vengo en un minuto.
Dicho esto, dio la vuelta y enfiló rumbo a la sacristía, el cuarto de la iglesia donde se guardan los tereques de los curas: el vino, las sotanas, las copas, las hostias y demás útiles eclesiales, además de los instrumentos musicales. Ese lugar, es usado por los curas maricones para dar rienda suelta a su depravada pedofilia.
Bueno, eso no viene al caso, pero quise traerlo por la greñas. El hecho es que el cura, sacó de una gaveta una goma de borrar tan redonda y del mismo tamaño de una hostia, regresando luego donde ya solo quedaban en espera de la "comunión" nuestros dos beodos héroes de la historia.
Acto seguido, le dijo al borracho que abriera la boca, y le introdujo la goma de borrar casi hasta el galillo. El borracho tosió y la hostia salió disparada como un misil, se ruborizó mientras el cura sonreía, mientras le daba otra hostia, esta vez no tan profunda en la boca, y tal como había observado, el borracho se marchó con la cabeza baja y la boca cerrada. El cura le dio al otro borracho una hostia real y la misa siguió.
Cuando el borracho que tenía la goma en la boca llegó a su banco, le preguntó al otro, qué era lo que debía de hacer con esa cosa rara que tenía en su boca. El otro le contestó:
_ Animal del monte, solo tienes que comértela; ya yo me comí la mía y aunque estaba muy baja de sal, me la tragué así porque es muy suavecita. Si se la dieran a uno aunque sea una docena de esas galleticas acompañadas de una tajá de aguacate moráo, tendría mejor sabor. Pero no te quejes tanto; solo cómetela!
_ Pero es que esta galletica "ta del diablo", porque no logro tragarme esta cosa. Dime de una vez qué es lo que tengo en la boca.
El compañero le respondió con una pregunta:
_ ¿Acaso se te olvidó que la viejita nos dijo que recibiríamos el cuerpo del señor?
_ Claro que lo recuerdo, y es por eso que te estoy preguntando, porque a mi parece que me dieron de la parte de los gandumbas  del señor, porque esta vaina está demasiado latigosa.

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