sábado, 30 de septiembre de 2017

Vivencias en La Romana: los insultos de mi otro yo

Por Henry Osvaldo Tejeda B.

Señores, cuando  me pongo a pensar en el atrofiado y a veces ameno trajín de la vida, y que por lo visto, no le he hecho mal a nadie, al menos que yo recuerde, debo sentirme bien y tranquilo pero siempre hay un azaroso que te tiene algo guardado que viene a perturbarte esa paz interior que uno cree tener; ahora verán porqué lo digo.

El sábado pasado, mientras hacia lo que suelo hacer ese solo día de la semana, es decir, subir y bajar el codo, en una franca y sana ingesta del etílico en compañía, como siempre, de mi fiel amigo y “serruchador” Enriquito (muy buen guitarrista, dicho sea de paso), se me acercó un amigo a quien le pregunté por un señor a quien yo, de vez en cuando, le daba una que otra botella de romo cuando me desempeñaba como Encargado de Promoción de J. Armando Bermúdez en esta ciudad de La Romana (He de todo; banquero, muellero, artista malo,  Agente vendedor de Mercasid en el este; también de industrias lavador, de Mercalia; de L y M Comercial, Inspector de Barceló, músico, cantante (no bailarín, porque ya sería todo un Amucaba), y mil vainas mas que no diré aquí para que Elpidio Tolentino no diga que estoy abusando de su Blog).

Pues bien, la respuesta que me dio  el amigo fue preguntándome lo siguiente: 
_¿Recuerdas tú la vez aquella que, le regalaste dos frascos de romo  al  muchacho por el que me hoy preguntas?
Pues mira, esa fue la última vez que lo vimos, porque le cogió con irse a bañar a Caletón  como a las doce de la noche, y todavía lo estamos esperando, de eso hace ya como 25 años. El muchacho se ahogó.

Yo grité: ¿Comooo?, ¡No jodas!, ¡diablos, qué pena! Ahí mismo se me jodió la noche.  Adiós Rock and Roll, adiós baladas clásicas, adiós boleros viejos, adiós salsas viejas, adiós Merengues clásicos, adiós bellos instrumentales, en fin, se me jodió la noche.

Indignado, no tanto por la noticia, sino, por considerarme el asesino de ese hombre, empecé a recriminarme de esta forma:

_Buen asno, quién te mandó a estar privando en Padre Billini, creíste que eras, acaso, la cruzada de Amor de los Doce Años, buen asesino, es que pensaste que ese romo solo le iba a matar las lombrices a ese pobre infeliz, o que lo ibas a alimentar?

_Un buen tarugo, eso es lo que eres, porque no pensaste en que ese romo podía matarlo. ¿Acaso crees que vivirás tranquilo con esa muerte encima, buen pichuete de enema? 

Era mi otro yo, quien tenía toda la cuerda, pero yo tenía que aceptarla porque el buen maldito, desde mis propias entrañas, me  tenia ateterado, y con toda la razón.
Me estaba escupiendo todas mis miserias humanas en la cara, y no contento con todo lo que me había dicho, empezó otra de nuevo a increparme:

_Te pareces a  todos esos políticos malos y corruptos de este país. Dime, qué has hecho buen Felucho Jiménez, buen Michelén, buen Félix Bautista”.
Así siguió mi alter ego, y hasta llegó a tildarme de que soy un Matos Berrido, con todo y la pensión vitalicia que se aprobó él mismo solo porque le dio su maldita gana. Para remachar me dijo: 
_No eres más que un Belcebú con ropa de gente, eres un ángel del mal, con todos los cupones del  gas propano de ese ángel.... Lockward  de la maldad.Te diré una vaina, buen escupe seto, si tú fueras calvo, hasta te llamaría Hipólito, pero eres  peor que ese, eres un Agripino Núñez, un Vicente Bengoa, eres igual al  perro de Mamá Belica, pareces un congresista, ya te veo como a un Pichirrí de pollo, Quirino Paulino. Hasta te me  pareces al hediondo fallo que dio la Suprema Pendejá de Justicia, en el caso de los ladrones y el préstamo a la Sund Land.
Petán Trujillo era un chancleta comparado contigo,  solo mírate, me pareces a Nivar Seijas, Pérez y Pérez, más los otros 200 millonarios de los  Doce Años de Balaguer, que no tenían compasión de nadie. 

“Eres un podrido peor que Leonel Almonte, el que te robó los primeros 40 mil pesos que ahorraste chele a chele con tanto sudor, durante tantos años. Sí, esos fueron los primeros cheles que viste juntos, y que tenías guardados en el Banco Universal, fruto de muchos años de trabajo. ¿Es que no recuerdas eso, pedazo cacho'e pendejo?

Toda esa retahíla de insultos, me las decía mi otro yo, y aunque él tuviera toda la razón, me le encojoné, y tuve que pararle el coche, entonces le dije:
_Mira, buen asqueroso, pedazo de mierda que te escondes en alguna tronera de mi cabeza, dime tu, estúpido, cómo iba yo a saber que ese hombre se iba morir.
Si nadie sabe dónde está ese muchacho, por qué me estás culpando a mí de su desaparición? Puede ser que alguna sirena se lo llevó, y se casó con él, o quizás, se volvió peje.,  
¡Ya deja de fastidiarme este maldito trapo de vida!
¡Wao!, me desahogué, y parece que dio resultado, porque, mi fastidioso otro yo se calló, y no habló más del asunto o parece que se "ajumó" con los tragos que yo me estaba tomando. Al final, salimos los dos borrachos dando tumbos calle arriba rumbo a mi casa y a la suya, claro está.

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