viernes, 29 de noviembre de 2019

Una historia del viejo oeste, los dueños del país; la venta del cuerpo de un delito y la ley

Por Henry Osvaldo Tejeda Báez
En mi adolescencia, leí cientos de muñequitos y novelitas de vaqueros, escriitas por Marcial Lafuente, Steffanía, Zane Grey, entre otras. Esa lectura a tan temprana edad me fascinaba, y me ayudó a construir un acervo cultural que aún estaba en pañales; aprendí bastante sobre la vida de los Estados Unidos de la ´época, específicamente, de su geografía, de su historia, de las costumbres del este y del oeste de esa nación, y aún más, sobre la sangrienta guerra civil, mejor conocida como "La guerra de secesión", librada entre el norte y el sur, cuyas razones principales fueron los deseos del norte de abolir la esclavitud de los negros en todo el país. Como se sabe, los negros, eran la principal mano de obra del sur, ya que, eran ellos los que trabajaban en las grandes plantaciones de algodón en las más deplorables condiciones humanas. 

En una de esas novelitas de vaqueros, había un gran amo y señor, un  hacendado que se hizo súper rico robándoles a los pequeños hacendados y a otros campesinos dueños de terrenos que a él le interesaban. Los obligaba a venderles sus tierras por precios de miseria, y el que se negaba a vender, lo menos que le pasaba era vivir en medio del terror porque ese hacendado les hacía la vida imposible, robándoles el ganado, quemándoles las casas y mandando a sus secuaces a darles palizas si con las ofertas anteriores ellos no accedían. Cuando la negativa de los campesinos era radical, entonces  los mandaba a matar. Está demás decir que, ese señor, tenía comprados al fiscal y al sheriff del pueblo,  y  gozaba del favor y  la amistad del gobernador del estado. El pueblo vivía temeroso, y las elecciones que celebraban para elegir a un nuevo sheriff, eran ganadas fácilmente por el mismo jefe de siempre, no solo porque solo por estar al servicio del hacendado, sino, porque a nadie se le ocurría presentarse como contendor por temor a ser asesinado, como ya había ocurrido en varias ocasiones con otros valientes que osaron aspirar al cargo. 
Un día, un vaquero que iba de paso por el pueblo, se quedó en el mismo solo con la idea de pernoctar por solo una noche en el lugar; se fue al Saloom, como le llamaban a los bares de los pueblos del viejo oeste, abrió los batientes de la puerta (Batientes, le llamaban a la media puerta que tenía ese tipo de negocio, es decir, dos segmentos de una puertecita que se abría tan pronto era empujada con las manos o con el cuerpo del visitante)
Entre tragos y tragos corrían las horas, y antes de la medianoche se armó un corre corre acompañado de un tiroteo, pues, una de las chicas del bar, se le acercó muy solícita al vaquero y este la invitó a tomarse unos tragos con él. Resulta que, la chica, era apetecida sin lograr nada de ella por uno de los secuaces del mencionado hacendado, y esto dio origen a los celos del repudiado Romeo, quien empezó  junto a sus secuaces,  a provocar al forastero, quien al primer intento de ser agredido, le dio plomo tanto al provocador jefe, como al resto del grupo, en el que murieron varios de ellos, y el resto salió despavorido.

Esto causó el asombro general, la gente estaba estupefacta con la rapidez mostrada por ese forastero, al punto de que no le cobraron la bebida, ni la cena, y mucho menos el cuarto del hotel. Hemos de suponer que, la chica,  estuvo con él parte de la noche. Digo parte de la noche, porque en horas de la madrugada dos hombres subieron hasta la habitación, la abrieron y dispararon repetidas veces hacia la cama donde estaba el forastero y la chica y luego salieron huyendo. El forastero recibió dos disparos que solo le rozaron parte de las piernas pero la infeliz chica murió en el acto.
Al otro día, cuando el pueblo se supo de la trifulca, y sabiendo quiénes eran los asesinos de la chica que, aunque trabajaba en el saloom, en el pueblo todos sabían que ella hacía ese trabajo porque era una de las víctimas del despojo de tierras por parte del hacendado dueño de la comarca, y sus  padres fueron de los asesinados por él para robarles lo poco que tenían, por tanto, la joven era muy querida y era digna de lástima. Desde ese momento, el pueblo empezó a empoderarse, le dieron las mejores atenciones al forastero hasta que llegó el día de su partida hacia su pueblo de destino. 
La noche antes de partir, los lugareños se apersonaron donde él, a darle las gracias por haberles quitado del medio a varios de los peores secuaces del hacendado, y le dijeron que, tan pronto él se fuera, los malhechores los iban a hacer pagar el haberlo ayudado a sanarse de las heridas, ya que, el hacendado, tenía gente en el pueblo a su servicio y era seguro de que ya le hubieran dicho que ellos lo ayudaron a curarse. El jefe de la comarca, vivía en su hacienda en las afueras del pueblo.
Le dijeron al forastero que, dentro de un par de semanas, serían las elecciones para optar por el puesto de sheriff y le contaron todo lo que había pasado desde hacía muchísimos años, y que ya nadie quería aspirar a ocupar el cargo porque podría ser asesinado, como ya había ocurrido varias veces. Le hablaron con el corazón en la mano cuando le propusieron que aspirara al cargo porque contaría con el voto de la mayoría del pueblo. El forastero, luego de sopesar la situación, y de pensar en la chica que murió a su lado, además de todo lo que le habían contado de ella, no lo pensó dos veces y aceptó presentar su candidatura al puesto. 
Desde que el potentado supo que el nuevo aspirante a sheriff lo era el mismo que había matado a tres de sus hombre y herido a su segundo hombre al mando, desató una campaña de amenazas contra todo el que osare votar por ese forastero asesino, a quien calificaba de pistolero profesional. El pueblo, aconsejado por el vaquero, se tornó tranquilo sin dar muestras de que votarían contrario al actual sheriff, y llegó el día de las elecciones. El resultado, no pudo ser más demoledor en contra del pupilo del hacendado; ganó el forastero arrolladoramente por el empoderamiento del pueblo.

Lo primero que hizo el nuevo sheriff, fue acusar al hacendado por asesinatos, robos de ganado, de  tierras y quema de viviendas, en fin, de todo un rosario de crímenes en perjuicio de los lugareños. Se dedicó a tratar de poner ley apegado a los hechos, Fue donde el fiscal con su rosario de acusaciones, pero en un instante se  dio cuenta de que este no quería actuar en contra del hacendado, tanto por complicidad con él, como por miedo al mismo. El nuevo sheriff, sallido del oficina del fiscal, pero luego le escribió al gobernador del estado para que le envíe un fiscal especial que pudiera hacerle caso a sus denuncias, y así poder enjuiciar al potentado, incluso, al actual fiscal del pueblo por complicidad. Estuvo esperando mucho tiempo por la respuesta del gobernador pero nunca llegó. Luego se fue personalmente a la ciudad principal del estado y sede de la gobernación, y aunque en el camino trataron de asesinarlo, el sheriff, pudo llegar a su destino donde habló con el gobernador, pero cuando este supo que las acusaciones eran contra su amigo el influyente personaje de esta historia, no le hizo caso poniéndoselas es China, incluso, elogiando la supuesta legalidad de las acciones de su amigo el hacendado. 

El sheriff no lo pensó más, llegó al pueblo y lo primero que hizo fue, apresar al fiscal, luego reunió una cuadrilla de vaqueros de los más aguerridos hombres de la comarca y capaces de enfrentarse a la muerte, y fue a la hacienda del potentado a quien, luego de una gran balacera, en la que murieron casi todos los secuaces de este,  lo arrestó. Llegó al pueblo entre vítores de alegría, rabia e insultos al hacendado; más tarde se dirigió a la alcaldía arrestando allí al fiscal. Luego, mandó a construir un cadalso, donde esa misma noche ahorcó al hacendado y al fiscal. Ante esa acción, el pueblo hasta lloró de alegría por haberse quitado de esa plaga maldita que, por tantos años, le había robado sus bienes y los mantenía pisoteados a todos, porque sus propios robos, eran legalizados por una justicia corrupta. Todos los bienes robados, fueron devueltos a sus verdaderos dueños, incluyendo bienes de la ciudad, que pasaron a manos del hacendado que se creyó dueño absoluto del pueblo.
Este historia, sacada de mi imaginación la escribí luego de haber leído lo que, de manera abusiva e ilegal, quiere hacer Danilo Medina anunciando la venta de las plantas de Punta Catalina, tratando de sepultar el gran desfalco que se cometió contra el estado dominicano en el que, luego de  recibir sobornos, un paquete de  funcionarios del gobierno aprobaron y otorgaron el contrato de  construcción de esas plantas  a la mafiosa empresa Odebrecht en contra del estado.         
El sheriff de la historia, tomó la decisión pasándole por encima a "la justicia" erigiéndose en ley batuta y constitución para enderezar unos entuertos que le estaban haciendo daño a la comunidad, porque personas que, amparados detrás de una justicia secuestrada, hicieron y deshicieron a su antojo en contra de ellas. Entonces, lo que aprendimos de esta historia está en su moraleja: "Para preservar la ley y la justicia, a veces, se hace imperativo y  necesario, violentarla, eso sí, en la misma medida en que fue violentada".
Eso es justicia verdadera, aunque no sea legal, por tanto, con la llegada de otro gobierno, todos los contratos y medidas que se tomaron bajo una justicia secuestrada, debe ser arrebatado y devuelto al pueblo. Nadie hablará de violaciones a la justicia porque en el caso dominicano, los que son llamados a hacer justicia, han sido los que se encargaron de violentarla.

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