martes, 8 de octubre de 2019

VIVENCIAS EN SAN JOSE DE OCOA; LLUBERES EL POLICÍA,Y EL GUANGUÁ DEL HAITIANO

Por Henry Osvaldo Tejeda
Las Tablas, es un paraje remoto de los campos de San Jose de Ocoa, donde nació y vivió mi amigo Lluberes, mejor conocido como Benerito, cuando su padre lo abandonó junto a dos hermanos más, una hembra y otro varón, la madre los mandó a vivir a casa de un tío para alivianar un poco la carga de la familia, ya que, la mamá, quedó sola con ellos tres sin un soporte familiar que la ayudara con esos muchachos; ellos vivian en extrema pobreza.
Veamos a Lluberes cuando llegó donde el tío:
_¡Sión tío!
_ Que Dios te bendiga sobrino, qué te trae por aquí?
_ Bueno tío, le mandó a decir mi mamá, que si ud puede dejarme a vivir aqui en su casa por un tiempo porque allá la vaina ta muy mala y como ya usted sabe, mi papá que era el hermano suyo, nos abandonó. -Dijo Benerito, con un aire de niño compungido y muy triste.
El tío contestó:
_ Caramba, pero qué calamindad. Diciendo esto, ni corto ni perezoso, el tio se encaminó hacia un conuquito que tenia al lado de la casa, cortó un racimo de plátanos y se lo entregó a Benerito  y le dijo:
_Toma estos plátanos y vete pa'donde tu'tabas, porque yo no te puedo tené aquí. Así de crudo se la solto el tio. Benerito pensó: "No pué negá que´ e hermano de mi papá; malo como el diablo. 
Cuando Lluberes se fué, el tío dijo en voz baja: 
_Tamaña vaina me iban a echá encima, con ese macaco en mi casa. Si lo dejo aquí, mañana vienen toítos  pa´ ca. ¡No señor, conmigo no! Acaso seré yo gobierno pa´ta manteniendo carajitos.

Golpeado asi por la vida desde pequeño, y entre calamidades y miserias, Lluberes cayó en el pueblo de Ocoa donde se hizo un hombrecito, allí, vendía dulces, helados y otras pendejadas, aprendió mecánica y ya un poco mejor formado logró engancharse a la policía yendo a caer de puesto en Baní, la principal ciudad de la Provincia Peravia; a la sazón, Ocoa era la común cabecera, o sea, la segunda ciudad en impotancia de la provincia.
En baní, Benerito tuvo una discusión con un haitiano, a quien se llevó preso por malcriao, sucio y plebe y cuando lo iba a encerrar en la celda, el haitiano dijo algo en Patuá y a decir de Benerito,  el sargento de la dotación que estaba sentado en un rincón del cuartel interpretó lo que dijo el haitiano como un: " ¡No te apures, te jodite conmigo!

El sargento, no se sabe si por relajo o por meterle miedo, le dijo a Lluberes:
_Mira Lluberes, a mi me han dicho que cuando un haitiano dice una vaina enredá como la que te dijo ése, e'que te va a echá una brujeria, tu ta jodío, ese haitiano solo va a esperá el momento pa'echate una maldición, y si tu no le sacas sangre te va a jodé, no serás gente ni ma ni nunca. Te lo repito, pa que no pase na, tienes que sacale sangre; aunque se un par de goticas.
_¡ Cóoooño!¿No jodaaass? ¿Una maldición? -Casi voceó nuestro amigo, sorprendido y asustado- No me digas que ese prieto del demonio tan ordinario, me va a echá un guanguá porque me lo como vivo.
Lluberes, un hombre que aún en estos tiempos, con más de cincuenta años de edad y que todavía cree en Bacá, en ciguapas,en brujas que vuelan en escobas, en Guanguases y cuantas pendejadas y otras vainas m´ás que le lleguen a la cabeza, de tantos cuentos que oyó cuando vivía en las lomas de Ocoa, se metió en miedo y le dijo al sargento:

_Zaya, hágame el favor de abrirme la puerta de la cárcel ahora mismo, y sáqueme a ese haitiano de ahí! (Zaya, es como le dicen a los sargentes de la policía). Yo soy ocoeño de pura cepa y a mi nadie me va a jodé por quedame con lo brazo cruzao. -dijo Benerito, llenándose de valor, pero asustado-
El sargento, con su música por dentro, y que  ya no aguantaba la risa por el miedo que le había metido a Lluberes en la cabeza, le abrió la celda y llamó al preso. No bien habia salido el haitiano, cuando Lluberes le dió un tallullazo entre el g..vo del oido y la "tabla del cocote" que le hizo una leve rotura de la cabeza por donde salió un hilillo de sangre, fue entonces cuando Lluberes le dijo al sargento:
_Si por sangre e, ahí la tiene sargento, ése no es el que me va echa maldición a mi.
El sargento se explotó de la risa.
Cuando Lluberes me estaba contando la historia, sentados los dos debajo de una mata de mamón que tengo en mi casa, él me aclaró lo siguiente:
_Mira Osvaldo, yo le dí un solo golpecito, yo no soy abusador, yo na'má quería sacale un chin de sangre, y pa´´ que tú veas que esa es la verdad, te juro que a mi me dió hasta pena el pobre haitiano, pero es que yo  no podía dejá que me echara un Guanguá encima, él también tuvo la culpa. ¿Pa'qué se puso a decí esa vaina enredá? 
Y suerte que el sargento taba oyendo al jodío haitiano, porque si no, ese tipo hasta me podía convertí en un marrano, o en un chivo; eso prieto son muy sucios con su brujería, pero a mi no me va a jodé ningún Pití. ¿Qué tu cree?...¡Heeeey, qué te pasa Osvaldo, de qué carajo te tás riendo? 

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