lunes, 30 de junio de 2014

EL HARAKIRI: UN RITO SUICIDA CON PROTOCOLO


Por Henry Osvaldo Tejeda

Cuando un dominicano decide que es hora de "guindar los tenis", "firmar con los carmelitas", "tirar el tiro", "salir de la malaria"o, "descojonarse" (léase,  suicidarse), volarse la tapa de los sesos o, "estericar las patas", lo hace como le venga en ganas.

Puede ser: tomando "Tres Pasitos" (famoso veneno de pobre), guindándose con un lazo, lanzándose al mar, dándose un tiro en la sien, saltando de un puente, lanzándose de frente a un vehículo en marcha, etc.

Quiero decir que, no hay un rito que siga un protocolo definido para que el dominicano decida irse al "más allá", cuando las cosas no le están resultando bien en el "más acá.

El preámbulo lo hago, porque me he puesto a leer sobre la manera en que los japoneses se quitaban la vida hasta el siglo antes pasado (todavía aparece quién decide matarse de la forma en que ellos lo hacían) me refiero a la muerte siguiendo el  rito del harakiri.

Hara-kiri (corte del vientre) es el suicidio ritual japonés abriéndose el estómago.
Los japoneses prefieren el término seppuku, que significa lo mismo que Harakiri, y hasta tienen las mismas letras en japonés, pero colocadas en un orden distinto porque consideran  vulgar la palabra harakiri.

El harakiri era una práctica común entre los samuráis, que consideraban como un honor morir gloriosamente, rechazando cualquier tipo de muerte natural,  por eso, antes de ver su vida deshonrada por un delito o falta, recurrían al harakiri para darse muerte.



EL HARAKIRI
 Es un acto que podía ser voluntario, usado por los guerreros para evitar caer en manos del enemigo o para pagar la violación grave al código del honor samurai.

El haraquiri podía ser obligatorio, por mandato de un señor feudal o por un tribunal en caso de que un samurái cometiera un delito de asesinato, robo, corrupción, etc.

Cuando el Samurai cometía un delito considerado grave, el acusado era puesto bajo la custodia de confianza de un señor feudal, quien le daba un plazo para que se matara.
De no producirse esa muerte en el plazo que le era otorgado, el reo era automáticamente ejecutado.

Si el reo no se hacía el Harakuiri dentro del tiempo otorgado y era ejecutado por el orden del señor feudal o por un tribunal, la familia del reo heredaba su deshonor y era despojada del patrimonio a su cargo. Podía perder hasta el pertenecer a la casta samurái y prácticamente morir de hambre en muchos casos.

Antes de hacerse el harakuiri, el samurai bebía sake y componía poema de despedida. Ese poema lo escribía en el dorso de su abanico de guerra. 

En ese fatídico momento, el condenado situaba de rodillas en la posición, se abría el kimono, y se metía las mangas del kimono bajo las rodillas, para impedir que su cuerpo cayera indecorosamente hacia atrás al llegarle la muerte.

Para hacerse el harakiri matarse, el samurai envolvía la hoja de la daga llamada "Tanto" (igua que una katana, pero de sólo unos 30 cms.) en papel de arroz ya que, morir con las manos cubiertas de sangre, era considerado deshonroso y procedía a clavarse la daga en el abdomen.

El ritual completo consistía en clavarse el tantō por el lado izquierdo con el filo hacia la derecha, cortar hacia la derecha firmemente y volver al centro para terminar con un corte vertical hasta casi el esternón.

Esto resultaba demasiado doloroso, y luego del corte, podría resultar que se le salieran lo que aquí llamamos "las tripas". El samurái no moría al instante, sino que, agonizaba por varias horas.

Puesto que ni el practicante de harakiri quería sufrir tanto, ni el público quería ver tan macabro espectáculo, se le asignaba un "ayudante de suicidio" (kaishaku, en japonés), que podría ser seleccionado por el mismo condenado; algunas veces, era un amigo o un familiar.

La misión del ayudante de harakiri era, permanecer de pie al lado del practicante para decapitarlo en el momento apropiado. Ese momento solía ser establecido de antemano a voluntad del suicida. 

Lo más habitual era acordar una señal que tendría que dar el que se disponía a morir, tras la cual el ayudante actuaba con rapidez mortal.

En la mayoría de los casos, los ejecutantes no llegaban a clavarse el Tantō, y el simple ademán de empuñar la daga y acercársela, constituía la señal para el kaishaku.

Algunos samurái cuantificaban el valor de los practicantes del harakiri, según lo lejos que  llegaran en el acto, antes de que el ayudante procediera a mocharle la cabeza; los que llegaban a hacerse el corte vertical hasta el esternón, eran considerados de excepcional valor.
¡Ofrézcome, carajo!

LAS MUJERES EN EL HARAKIRI
Las mujeres nobles podían enfrentarse al suicidio por multitud de causas: para no caer en manos del enemigo, para seguir en la muerte a su marido o señor, al recibir la orden de suicidarse, etc.

Técnicamente, el suicidio de una mujer no se considera harakiri o seppuku, sino «suicidio» a secas, jigai en japonés, en oposición al término habitual para la palabra, jisatsu.

La principal diferencia con el harakiri es que, en lugar de abrirse el abdomen, en el jigai se practicaba un corte en el cuello, seccionándose la arteria carótida con una daga con hoja de doble filo llamada kaiken. 

Previamente, la mujer debía atarse con una cuerda los tobillos, muslos o rodillas, para no padecer la deshonra de morir con las piernas abiertas al caer.

en Japón el harakiri fue oficialmente prohibido en 1873 como pena judicial, su práctica real no ha desaparecido por completo. 

Existen docenas de casos documentados de personas que han realizado harakiri voluntariamente desde entonces, incluyendo el caso en 1895 de varios militares que lo efectuaron como protesta por la devolución de un territorio conquistado a China.

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