jueves, 12 de marzo de 2020

Chácharas; COVID-19. ¡Qué nombre tan bonito para una vaina tan dañina!

Por Henry Osvaldo Tejeda
Este asunto del Coronavirus, al que, en lugar de ponerle un nombre que provoque más terror en el mundo, ahora lo han acortado dizque para ponerle Covid-19; eso es un verdadero disparate, porque si "Esa Cosa" es tan dañina y mortal, ¿cómo carajos le ponen un nombre tan bonito? Ahora se me parece al nombre de un tónico reconstituyente para la salud,  o el de un jarabe para la tos. No, así no. Los laboratorios que se encargan de ponerle los nombres a los medicamentos y otras cosas, deberían escoger nombres de personas o cosas escogidas en los pueblos de países como el nuestro, donde le llamamos a las cosas por el nombre que se realmente se merecen porque en los pueblos, los nombres que les ponemos salen de la sabiduría de la gente y especialmente, de las cosas del día a día.
Por ejemplo, si ese virus tiene nombre femenino "de fábrica" por aquello de "Corona", en Ocoa le podríamos llamar "La derriengadora", o tal vez "La jode to". Ahora, al abreviarle el nombre, seguro que lo hicieron  para ahorrar palabras y le cambiaron hasta el género volviéndolo masculino; ahora se llama dizque "Covid-19". ¡Vaya usted a ver! Cuando aparece una enfermedad en nuestro país, el pueblo, sabio como siempre, le pone un nombre  de acuerdo a lo que  pasa en el día a día en esos momentos en que aparece la enfermedad  tomando también en cuenta lo dañino y peligrosa de la misma, y siendo realistas, en Ocoa le llamaríamos con un nombre masculino como, "El Reguetón". Hasta podríamos crear el texto para una efectiva alerta. 
He aquí un posible ejemplo para una alerta nacional: "Eviten pegarse del tigueraje, porque la mayoría están cogíos por El Reguetón". Al tigueraje no le molesta para nada, porque son parte del virus, pero la gente decente  que cuida su salud, sale "bandiá" dejando el "pelao" en la tárvia, desde que vea acercarse a uno de esos estrafalarios personajes, que usan la pretina del pantalón mucho más abajo del fullín, o bembeteando una cosa a la que a ellos se le parece a una canción. Un síntoma de alguien que tiene "El Reguetón", es un tipo con unos audífonos en las orejas, retorciéndose y agarrándose las gandumbas con las manos de revés, como si fuera un mono. ¡No sea nadie pendejo, ombe!

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