lunes, 9 de diciembre de 2013

UNA SENTENCIA NO VA A CAMBIAR ESTA REALIDAD





Por Henry Osvaldo Tejeda Báez
Por cualquier calle que usted transite desde las diez de la mañana, se dará con una ringlera de mujeres haitianas con su ya famosa carga en la cabeza contentiva de productos del agro, específicamente, aguacates y guineos. Cuando no hay aguacates, se reduce la canasta a "guandules", guineos y a veces, mandarinas.

No sé si es que hay alguien que coordina las rutas de ventas de estas venduteras haitianas, lo que sí he podido notar es que nunca he visto ninguna de ellas peleando por un cliente. Debo decir que se mean donde quiera, eso forma parte del panorama; se aplastan en el primer callejoncito que aparezca. No importa, se mean y ya.

Desde las 8:30 a 9:30 a. m., puede usted ver una gran concentración de haitianas reunidas en la calle que sube al mercado desde el semáforo de la esquina que forman la Avenida Francisco A. Caamaño, con la Ave. Padre Abreu. Ahí las he visto por decenas, ya que es el lugar donde se reunen para salir cada una por distintas rutas, previo a suplirse de la  mercancía que minutos mas tarde, pregonarán por las calles.

Ya a eso de las once y/o doce del mediodía, usted las ve en las principales calles del pueblo ofreciendo sus abogados, perdón, quise decir, los aguacates (en los suburbios dicen que los aguacates son abogados, porque ayudan a "la causa" del pobre).

No se llame a engaño, porque la verdad es que, nos hemos acostumbrado tanto a estas venturas haitianas, que si no las vemos uno o dos días en la calle, nos preguntamos, ¿qué les habrá pasado? y hasta las extrañamos.

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