domingo, 15 de mayo de 2016

VIVENCIAS EN SAN JOSE DE OCOA: LAS LETRINAS

El autor, ocoeño de pura cepa
Quise traer estas "Vivencias en san José de Ocoa", que tratan de lo que son las letrinas, específicamente, en los campos, con el único fin de sacarles a mis compueblanos una "pelada de diente", es decir, o sea, una carcajada, luego de tanta tensión causada por una campaña electoral cargada de malos roces entre hermanos. 

Espero que sea de su agrado, pero quiero que sepan que este tipo de relato, se enmarca en lo que en nuestros medios literarios es calificado como contumbrista, por ser sacado de las mismas entrañass del pueblo. Mi forma de narrarlo debe ser tal cual sucede, y si omito palabras o y frases que usa el pueblo, perdería la verdadera esencia de lo criollo puro y simple. No omito nada.
Típica letrina de la zona rural dominicana
Por Henry Osvaldo Tejeda

A veces uno amanece pensando disparates, hoy fue uno de esos días míos. Para empezar pensé en cebras, imagínese usted de dónde rayos saca mi cerebro una cebra si la he visto una vez en mi vida y fue cuando de niño, me llevaron al zoológico, porque me cogió con ver al difunto Buche, un mono famoso de la época.

Cuando pensé en cebras, mi cerebro se hizo la idea de que eran burros norteamericanos, extraditados desde África, y les pusieron uniformes de presidiarias.

Hoy recordé, lo que me contaba un amigo sobre una niña, a la que le gustaba limpiarse el trasero con los "travesaños" de la letrina de su casa, que no son otra cosa que los palos que sujetan el seto, y otra parte de la estructura de una letrina. 

A propósito de letrinas, mi tema de hoy,a provecharé para contar vivencias propias vividas en varios campos de mi pueblo, San JOsé de Ocoa, a los que iba frecuentemente cuando era un carajito.
Cajón de una letrina 

Antes de seguir debo explicar que, por varios años, estuve yendo de vacaciones a esos campos ocoeños y a otros montes con casas, y lo que uno aprende en esos campos son vivencias que jamás se olvidan. 


La letrina (retrete), es lo mismo que el cuarto de baño de cualquier casa normal de una ciudad, sólo que en lugar de un artefacto rubio y bien moldeado para acotejar las nalgas del usuario, y que tiene agua acumulada en su barriga para evitar los embarres, además de de hacer más fácil el transporte de la "mercancía",  la letrina lo que tiene es un cajón de madera o de cemento, donde las personas que lo usan tienen que aplastarse, es decir, ponerse en cuclillas.
Inodoro de pueblo

Luego de afinar bien la puntería, el usuario de la letrina empieza el proceso de exportación  de materiales nauseabundos hacia el interior del hoyo que, al cabo de varios años de recibir tanta inmundicia sin ninguna tubería que le ayude a desaguar, irremediablemente se llena causando un gran problema en la familia. Por eso es que el campesino la construye lejos de la cocina y de la casa.


Debo aclarar que, casi siempre hay alguien en la familia que no es muy certero al aplastarse, o que se coloca mal encima del cajón y la mira del cañón apunta torcido pues, cuando termina de "dar del cuerpo" (Así se le dice a esa necesidad en los campos, también también le llaman darle al monte, pero léalo como cagando, porque es la misma cosa) sin quererlo, deja caer uno que otro porción "esa cosa" encima del cajón.



Posición para usar una letrina de campo
No todo sale bien en esas operaciones letrinísticas en el campo, pues regularmente, el cajón se ensucia cuando el usuario no tiene control de la vía de escape por tener "curso" (léase, diarrea) porque al defecar parecen regaderas o duchas; pero lo más común es la falta de tino al defecar porque cuando alguna de esas personas con tan mala puntería finaliza de "dar del cuerpo", no se da cuenta de que aún le queda un fragmento pegado del caño de escape, que cae al cajón cuando se levanta para limpiarse.

Luego de eses ritual viene otro gran problema; en los campos no se usaba papel higiénico,  sino, periódicos viejos, y fundas de envolver mercancía en los colmados pero eso ya pasó a la historia, y hoy sólo usan fundas plásticas y como ustedes sabrán el material de esas fundas no sirve para limpiar "el asunto aquel".  


Hay campos en los que ya no usan el tradicional cajón, sino que, en la boca del hoyo, colocan una asentadera rubia de inodoro para evitar ponerse de cuclillas; esto fue el mejor invento para los que sufren de reumatismo en las rodillas, ahora se sientan y hasta pueden leer un periódico mientras, bueno...bueno, ya saben. 
Tapa de inodoro en una letrina moderna

Por más que una familia campesina se afane en la limpieza de la letrina, la higiene nunca es optima, porque el hoyo no tiene desagüe y a veces, las cucacharas suben desde el fondo del hoy a respirar, lo que aprovechan para acariciarle el trasero al usuario de turno. 

¡Cuántas vainas, madre mía! Los jóvenes pueblerinos de estos tiempos ni se imaginan las penurias que se pasan en el campo. En la capital dominicana, aunque usted no lo crea, no han desaparecido aún las letrinas, y mucho menos ahora como estamos invadidos de haitianos, que ni letrina necesitan para hacer su mugre, se aplastan en el primer solar o casa en construcción que aparezca, y ahí se acuclillan.

 Un paréntesis(Hay un grupo de políticos en este país, que hieden más y son más dañinos que cualquier letrina vieja, ya que ésta solo contamina el área donde está ubicada, pero esa gente contamina todo el ambiente nacional)

Retomo la tónica de las Vivencias
La niña entraba a la letrina, se bajaba la falda y los demás "peteperepes", se aplastaba en el cajón y cuando terminaba, pasaba el trasero por los palos antes mencionados, dándole una mano de pintura amarilla a los travesaños.

La madre de la chica ya estaba jarta ver esos travesaños sucios, o mejor dicho, pintaditos de amarillo, y en los que también veía uno que otro grano de habichuelas pegados, fue cuando le puso atención al asunto y la descubrió. 

No le dijo nada pero, le puso una especie de ají ligado con otra vaina rara a todos los travesaños y  cuando la niña se sentó en el primer palo, sintió un poco de ardor, ardor, pero cuando se deslizó  por encima del segundo, echó una peste y se mandó como honda que lleva el Diablo. ¡Santo remedio!



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