sábado, 12 de enero de 2019

CHÁCHARAS: LOS BOMBEROS ABURRIDOS


Henry Osvaldo Tejeda
Había un pueblito, en el que no había un cuerpo de bomberos, y a cada rato se le ardía una, dos, tres y hasta cuatro casas al mismo tiempo; era una calamidad. Era un pueblo pobre, y no había recursos para comprar un camión bomba. 

https://iliocapozzi.blogspot.com/2019/01/chacharas-los-bomberos-que-no-tenian.htmlLo único que tenían como vehículo para hacer frente a los incendios, eran unos bidones viejos, los  que subían en una carreta y la enganchaban a un viejo burro, para ir a los límites del pueblo a buscar agua de un pozo.
Esos dos barriles siempre estaban llenos de agua, pero cuando se terminaba, había que ir en el burro a llenarlos de nuevo, y en lo que sacaban el agua y los llenaban, el fuego hacía de las suyas.

Así pasaba el tiempo, y no había forma de comprar un camión cisterna pues los vecinos eran agricultores, en su mayoría gente humilde, pero todo cambió con la muerte del viejo Yosua, un hacendado que tenía su hacienda en un campito de la periferia del pueblo. El viejo Josua no tenía familia, y se murió dejando una camioneta vieja marca GMC (En mi pueblo siempre escuché decir que, esas siglas, significaban "vieja, Cara y mala").


Viendo esta oportunidad para los bomberos, el alcalde del pueblito, lo reparó lo mejor que se pudo, lo pintó de rojo, lo llenaron de barriles y tanques viejos, y aunque con algunos fallos ya tenían un camión cisterna, Al camión, lo llenaron de barriles y ya los bomberos, que no eran más que unos cuantos hombres del pueblo que se brindaron como voluntarios sin exigir pago por sus servicios.

Esos bomberos improvisados, estaban siempre a la espera de su primera misión; soñaban con verse apagando su primer fuego luego de la adquisición de su "moderno" camión cisterna. Duraron tanto tiempo esperando ese fuego que, algunos hacían bromas sobre su inactividad bomberil.

_ Yo me atrevo a pegarle fuego a una casa con tal de usar ese viejo camión, que solo está ahí de pendejo, pudriéndose sin hacer nada -Decía uno-
Otro dijo, estar dispuesto a hacer una colecta entre ellos, para pagarle a alguien que le prendiera fuego a lo que sea con tal de ellos entrar en acción. Pero que va, el fuego no llegaba pero por lo menos, se agenciaron una mesa de dominó para matar el aburrimiento y en eso se pasaban todos los diablos días. (Lo usual es decir, "todos los santos días", pero a mí me da la gana de decir "los diablos días"; me da igual.

Un par de veces les avisaron de un fuego, pero cuando llegaron, no había nada, porque eran unos tigueres del pueblo que le jugaban ese tipo de bromas, solo para verlos a toda velocidad por las polvorientas callejuelas. Pero, ¿Yo dije a toda velocidad?, imposible, la camioneta no pasada de 30 k/h.

Esos amagos de fuego, me recuerdan los dolores de muelas. Estos fastidiosos dolores tienen muchos cuentos, pero ´dígame alguien si lo que va a leer es cierto no mentira. Cuando uno tiene un dolor de muela de esos que no hay forma de que se te quite ni echándote un trago de romo en el medio de ella, y que te hace la vida de cuadritos todos los días, especialmente en la noche, tú lo soportas hasta que te "jartas", te armas de valor y decides ir al otro día al dentista. 

Aprovecho para decir que, Marquito, era un tributario borrachón, de Ocoa que, cuando no tenía dinero para comprarse una tercia de romo, iba al colmado de Isbelia, en el pueblo abajo, y le decía al hijo de esta:
_ Mongui, tengo un jodío dolor de muelas que me está llevando el Pecusio (Léase, el diablo), y eso solo se me quita con un trago de Palo Viejo. (Palo Viejo, una marca de ron de J. A: Bermúdez)
Marquito iba visitando colmados de amigos, hasta llegar al frente de la oficina pública, donde llegaba borracho y en salsa, y se ponía a hacer su trabajo de tributario.
LA MUELA
Llega el otro día, te pones pepillito, te enjuagas la boca bien para no pasar vergüenza con el dentista, y arrancas para allá en bola de humo, pero tan pronto entras y te sientas en la salita de espera el dolor de muela desaparece, entonces, pospones el sacarse ese tiesto de hueso para otro día. Pero en la noche de ese mismo día, vuelve el dolor de la muela. "¡Carajo, pero mire usted que fastidio"

-El dolor sigue y sigue hasta que por fin decides salir de esa cámara de diputados. Pero ¿Y qué carajo estoy diciendo? No, perdón, yo quise decir, "por fin decides salir de ese tollo de muela".

Entonces vuelves al dentista, y en el camino, vas pensando: "Si cuando yo llegue donde el dentista se me quita el dolor, la mandaré al carajo, porque hoy me la saco porque me la saco. Le sacaron la muela, y ¡Diablo remedio!

Pues bien, algo parecido sucedía en ese pueblito que, ahora que ya tenía su camión cisterna, pero no se incendiaba nada, hasta que por fin, un día apareció un carajito muy agitado y con la lengua afuera, al parecer, de lo tanto que había corrido para llegar al cuartel de "los bomberos" con la encomienda de decir allí que, el tractor de Don Tato el que vivía a dos kilómetros del pueblo, se estaba quemando. 

¡Cooooño, por fin!, -Dijo uno- Los bomberos se alborotaron de la alegría, ya que, por fin, había llegado el día de estrenar el camión y de salir de ese aburrimiento, y esta vez no era una falsa alarma de esos cuerderos del pueblo.

Como había que hacer muchos malabares para reunir los aperos y toda clase de tepeterepes de los que se usarían para la acción, además de la brega de poner en marcha el viejo camión, le dieron al carajito un recado por escrito para que lo llevara a Don Tato el dueño del tractor que se estaba quemando. El mensaje, haría reír hasta a un político corrupto de este país que, siempre está "entruñao"; el mensaje decía así:

"Don Tato, tenga mucho cuidado si trata de apagar el tractor, eso es muy peligroso porque le puede explotar y matarlo a usted y a su familia en un santiamén. Trate de mantener ese fuego bien encendido hasta que nosotros lleguemos, y hasta le recomendamos que, si usted ve que se está apagando solo, échele un poco de gasolina, para que el fuego se mantenga en salsa hasta que nosotros lleguemos para apagarlo, ya estamos en camino, pero le repito, no se atreva a apagarlo, y tampoco deje que se apague solo, y, si por mano del diablo se le ocurre a usted echarle agua para que se apague, jamás en la vida nos llame usted para que le apague un fuego, asi sea que se le esté quemando a usted la casa. Esperamos que haya entendido".
Firmado: sargento Liborio Moronta, chófer y dueño de la manguera; escribiente y jefe de operaciones.

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