sábado, 7 de septiembre de 2019

CHÁCHARAS: EL PERRO REALENGO Y SU MANJAR

Por Henry Osvaldo Tejeda
Señores, en este país no hay salvación para los pobres; para los que van al colmado a pedir un fiao hasta que llegue el chequecito de la nominilla que, como compañerito, me pertenece o hasta que mi hijo me mande los chelitos desde nueva yol.

No hay salvación para el que de repente, le ataca un yeyo y tiene que ir a dar con sus huesos a un hospital público, porque lo más probable es que se muera en un pasillo esperando a que lo atiendan o, peor aún, que le digan que no hay cama, que el médico no llega, que se vaya y venga luego porque no han llegado los medicamentos; el demonio es una chancleta, comparado con un cajón blanco de esos, donde los porteros mandan tanto como el director. Pero hoy, este no es mi tema, por tanto, lo dejo de ese tamaño.
Está vaina está tan del carajo que, ya ni los perros realengos encuentran qué comer. Ayer por poco se me sale una carretilla de flatulencias (léase, follones y peos) de lo tanto que me reí. Miren amigos, las carcajadas eran tan escandalosas que, hasta el chófer de un destartalado carro de concho me voceó: 
_ ¿De qué te ríes, obejo?

No le contesté con una pachotá, porque conozco muy bien mi lengua de AK-47 de asalto que tengo, además lo de obejo sé que lo dijo por mi color de piel blanca y mis cabellos canos; lo cogí por el lado amable y seguí riéndome.
Riéndome así, yo parecía un estúpido pues, cuando uno se ríe de esa manera, tiene que hacer muchas muecas raras y hasta estrábica se le vuelve a uno la mirada (léase, voltear los ojos mirando para todas partes y para ningún lado)

Todo comenzó cuando vi a un perro callejero, más feo que un expresidente dominicano de estos tiempos cuando está desgreñao. El perro llevaba en la boca su almuerzo e iba sacando quisondas (dando curvazos) para no chocar con nada, a la vez que relojeaba para todas las partes, no vaya a ser que venga otro perro abusador y se antojara del tan rico manjar que él, con tanto esfuerzo se había encontrado en un zafacón y que ahora llevaba en la boca.
Parece que el manjar le estaba pesando mucho en la quijada a nuestro héroe lo que, al parecer, lo hizo detenerse un rato a descansar. En esas estaba cuando, de manera subrepticia, llegó otro perro mucho más grande que él y, así como ha hecho el partido de gobierno a este país, así le hizo "coca" el nuevo perro al infeliz, desgarbado y cansado perrito vira lata.

Un tiguerito que jugaba bolas en los alrededores vio la acción, y le "mandó" una pedrá detrás al perro ladrón la cual se le pegó en medio de la barriga; el asqueroso perro dio un chillido en vez de ladrido, tiró un brinco, peló los dientes e hizo unos movimientos con la boca, como "mentándole" la mai al tiguerito, para luego "arrancar"en Fa" y con el Overdrive puesto en una loca carrera, por lo que tuvo que dejar el manjar en medio de la calle.
El tiguerito, recogió "la comida" y se la entregó a su verdadero dueño quien, pareció darle las gracias con los ojos.

Quiero decir que, la risa me llegó cuando vi que el gran manjar causante de todo este reperpero, no era más que un pañal desechable lleno de mierda de niño.

Para mí era un pañal desechable lleno de mierda, pero para el perro, eso equivale a una pizza de peperones. jajajajajaa


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