miércoles, 31 de octubre de 2018

CHÁCHARAS: EL JOVEN CAMPESINO Y LA CHICA PUEBLERINA

https://iliocapozzi.blogspot.com/2018/10/chacharas-el-campesinito-y-la-chica.html
Por Henry Osvaldo Tejeda
Una chica de ciudad, se va de visita a un pueblito donde fue invitada por unos amigos de la familia, y para estericar las piernas luego del viaje, se fue a dar unas vueltecitas por el polvoriento pueblito. En eso estaba, cuando vio a un chico que detuvo su montura (Un caballo) frente a un almacén de provisiones, y como ella andaba a pie, se dirigió hacia donde estaba el joven.

Se acercó al joven; era un campesinito muy atractivo y de buen ver, que había ido de compras al almacén enviado por sus padres que vivían en un campo cercano. Ella se le acercó de lo más coqueta, y en el tiempo que dura una cucara en un gallinero, entabló conversación con el muchacho y en un santiamén se enamoró de él. La chica era bien atrevida, muy linda, y el muchacho ni cuenta se daba del amor que, a primera vista, le brotaba a esa chica por los poros; ella se le quedaba mirando fijamente como queriéndoselo comer con los ojos, pero él, como un vale pariguayo al fin y con todas las hojas del monte encima solo se sonrojaba, pero no emitía palabras.
Ella le preguntó:
_ Oye lindo, ¿cómo te llamas?
Nervioso de ver una chica tan hermosa plantándole conversación, él miró en todas las direcciones de su entorno y al no ver a nadie más, haciendo un esfuerzo, balbuceó:
_ Yo..., este, eeh... ¿A mí? ¿Me está ud preguntando a mí?
_ Pues claro que es a ti, tonto, ¿a quién más podría ser, si no hay más nadie ahí? -Dijo ella sonriendo-
_ ¡Ah sí, perdona! Me llamo Jacinto, y tú ¿cómo te llamas?
_ Me llamo Diana, pero me dicen Barbie, pero puedes llamarme así si lo prefieres!
_ El chico estaba como rojo mate, por el rubor.
_ Dime algo, ¿dónde vives? -Preguntó ella-
_ Como a cinco kilómetros, allí vivo con mis padres pues la casa está en la misma finca.
_ Me gustaría conocer esos montes, ¿me invitarías? -Dijo ella, decidida-
El chico lo pensó unos segundos, luego le dijo que sí. Él se montó primero en su caballo, luego le tendió la mano a ella para ayudarla a montar, cosa esta que hizo acotejándose en el anca del animal, "a lo macho".


Cuando llegaron, él se la presentó a sus padres, y entraron en confianza. EL papá le dijo que la llevara a caminar por la finca que estaba cercana de la casa, a lo que ella accedió muy gustosa,

Mientras caminaban ella le tomó la mano, y al chico le brillaron los ojos pero ni eso le quitaba lo pariguayo, era todavía un señorito que no había visto a linda; apenas había descubierto que tenía una mano, es decir, su mano derecha, pero esa chica, a medida que hablaba con él se le encendía cada vez más el fuego uterino. Recorrieron la finca por la parte más cercana a la casa, vieron los chivos, las reses, los perros y todos los animales de la hacienda.

Pasaron por un depósito que servía de granero, en el que se guardaban los aperos de labranza y el pienso de los animales; había además, unos enormes pajales de hierba seca-
Cuando ella vio la edificación, se le encendió no un bombillito, sino, toda una planta eléctrica en la cabeza, por tanto, le dijo al joven que ella quería descansar un poco pues se sentía muy cansada por el largo viaje, y esa caminata de ahora terminó por agotarla.

Ella no había tenido tiempo ni siquiera asearse desde que llegó ese mismo día, por lo que era de suponer que en el ambiente de su entorno, debería estar fluyendo un olor muy conocido por donjuanes tan duchos en las lides del amor. El muchacho accedió, y se dirigieron al granero, y mientras iban caminando, ella le preguntó:


_ Oye, Jacinto, ¿cómo se da cuenta un chivo cuando la chiva quiere? (Ella tartamudeó, dizque avergonzada); bueno, ya tu sabes... este, quiero decir, cuando quiere estar con el chivo.

Al chico le sorprendió tal pregunta, no le pasó nunca por la mente que esta chica tan linda y fina, hablara de forma tan directa, tan "atiguereá". Él le contestó_
_ ¡Oh, eso es fácil para él, porque con solo el olor que sale de ella ya él sabe que puede.....bueno, eso mismo, estar con ella!
_ ¿Y cómo se da cuenta un toro, cuando una vaca quiere que él le satisfaga sus necesidades sexuales?

El muchacho seguía asombrado, no podía creer el desparpajo con el que la chica le hacía ese tipo de preguntas.
_ Bueno, es lo mismo que sucede con el chivo y la chiva -Dijo él, ya perturbado por la insistencia de la muchacha, pero ni así, se le salía el pariguayismo del cuerpo. 
_ ¿Lo mismo de la chiva y el chivo? -Repitió ella-
_ ¡Claro que sí! El toro se da cuenta por el olor que despide la vaca de su sexo y eso le llega a lo más hondo de la secretaría de estado del gusto. 

La chica, que no lograba hacer entender al campesino de la mierda este, tan falto de mundo e incapaz de saber lo que ella quería, esta vez decidió preguntarle de forma más directa:
_ Entonces, Jacinto, ¿Crees que eso mismo que sucede con los animales, también pudiera suceder con los humanos, digamos que entre tú y yo ahora, en estos mismos momentos? ¿Qué crees?

Jacinto abrió los ojos como dos bolas de billar, y balbuceando, le dijo:
_ Bueno, no sé, no soy muy ducho en eso, tendría que preguntarle a mi papá.
La chica no estaba dispuesta a dejar las cosas así, y mucho menos ahora, porque ya no solo estaba caliente al máximo, sino que, parecía una fragua capaz de achicharrar cualquier "cosa".
Esta vez quiso imprimirle un poco más de descaro a su pregunta; ya le estaban terminando los argumentos para hacer que ese muchacho se le fuera encima, en la forma que a él le diera la gana; así lo pensó, y así lo dijo a manera de pregunta:

_ Jacinto querido, ¿cómo se da cuenta un perro cuando una perra está babeando por él, que se está derritiendo por él, y que está loca porque ese perro se le suba encima y le haga todo lo que a él le dé la gana?
_ De la mismita forma que te dije ya, sobre los otros animales, es decir, por el olor a deseo de procrear perritos, que le sale a la hembra de sus entrañas.

"Este es el papacito de los pariguayos". -pensó la chica- y aunque ya se sentía algo molesta, no se lo daba a conocer al chico. La chica, que ya estaba haciendo babitas por las partes más sensibles del cuerpo perdió la compostura, y explotó:

_ Coño, Jacinto del carajo, ¿acaso es que estás tan tupido de la nariz que no puedes oler nada ni que esté al lado tuyo? ¿Es que no sabes qué otra cosa huele a Bacalao? ¡No me jodas tú, ombe!

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