Los refajos, que era un prenda de vestir que usaban las mujeres debajo de las faldas, pues si por algun percance se le desgarrara la falda, sus partes íntimas estarían resguardadas de la vista de los "frescos" y "comeojos", que nunca faltaban en las calles de Ocoa.
Ahora ya no se usan los refajos ¿Para qué? Ahora es al reves, a las mujeres les gustaría que viniera un ventarrón que les levantara la falda (muy cortas por cierto) para enseñar el molino "cocomordanoso".
Vean lo que le sucedió a una mujer, cuando un gran ventarrón la tomó de sorpresa en plena calle. En la época a la que me he remontado en estas chácharas, las personas de escasos recursos económicos se valían de cualquier cosa a su alcance para abaratar el costo de la vida, y al momento de este relato, existía en el mercado nacional una harina de trigo cuyo peso era de cien libras y venía en un saco de tela que, la gente, por no ser tan rústica como los sacos actuales, las usaban para hacerse vestimentas.
En ocoa había un sastre que era experto en coser ese tipo de tela para hacerles pantaloncillos a los hombres. Su nombre era Peñita y vivía en la calle Luperón, exactamente (ó, al lado) en la casa donde vivía Plutarco Castillo Castillo.
El personaje de mi historia, era una señora muy bien dotada de voluptuosas masas (tipo haitiana), con un muy buen sillín trasero y un bulto bien responsable por delante (Ese bulot parecía de raspadura); ella caminaba tranquilamente por la calle cuando de repente la sorprendió una ráfaga de viento tan fuerte, que le levantó la falda hasta el mismo cocote.
Parece que a nuestra doñita, cuando mandó a hacer los "Blumen" (panty) se le olvidó quitarle las letras que trajo el saco en letras grandes y por eso, todo el que estaba en la calle cerca de la pobre mujer pudo leer clarito unas letras que tenian los blumen en la parte donde ella tenía su "paquete" natural.
Las letras decian: CIEN LIBRAS NETAS.
¡¡Qué verguenza pasó la pobre doñita!!
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