jueves, 11 de agosto de 2016

Vivencias en La Romana: La lujuria de los perros romanenses


Por Henry Osvaldo Tejeda

Como si no fuera ya demasiado el tener que escuchar de los robos y las mentiras de los perros políticos tradicionales y de los enganchados a politicos, hoy fue un día en que tuve que ver perros por doquier en las calles de La Romana.

Pasé por varias calles y en cada una de ellas, había gran cantidad de perros, la mayoría de ellos tumbando zafacones, meándose en las ruedas de los vehículos, comiendo pañales sucios, velando en los Pica Pollo. El último y abusador "paquetazo fiscal" que nos "enjormó" Danilo en el lomo por los robos "del otro", afectó hasta a los pobres perros del país.

Para algunos de los perros realengos al parecer, eso no les quita el sueño, vi que algunos de ellos, estaban dedicados a enamorar perras y no tenían otra cosa más que hacer que, enamorar perras. Hoy habían más perros en la calle que haitianas vendiendo aguacates.

Mientras pasaba por el hospital de Salud Pública, pude ver a un perro que hacía inperros esfuerzos (no puedo decir ingentes esfuerzos, porque son perros, no gente, aunque la mayoría de los perros del país son mejores que sus homólogos de dos patas que se dedican a la política, especialmente, mejores que algunos ex presidentes) para poder "jurungarle" la paciencia a una perra que se encontraba descansando debajo de un carro.

El perro era más alto que el espacio que había entre el suelo y la carrocería del carro, por tanto, éste se aplastaba como si estuviera en una práctica militar de arrastrarse en el suelo, porque mientras se “raneaba”, iba avanzando hacia un "cachimbito" de carne brilloso lo cual era su objetivo.

La perra dormitaba lo más quitada de bulla, con el "cachimbito" al aire libre, cosa esta que la hacía mucho más apetitosa para el romeo/perro/ quien, al no poder darle rienda suelta a su lujuria con su Julieta/perra, se notaba desesperado. 

Me pude fijar en que hasta se le estaba saliendo el gusto por debajo, como si fuera el goteo de un suero; ya había mucho gusto regado en el asfalto y el Romeo/perro no había visto a Linda.

Hasta yo estaba desesperado por ver el desenlace de esos requiebros amorosos, y esos infortunados esfuerzos del perro para hacer que la perra le diera el sí, y que salera de abajo de ese carro porque, aunque ella quisiera "hacerlo", en ese sitio tan bajito debajo del carro eso algo era más que imposible. 

Cuando ya tenía yo como quince minutos pendejeando, y haciéndola de brechero con el celular en ristre, listo para tomar las fotos de la orgía, el azaroso perro se las lució; enfundó la Katana (Sable Samurai) y se largó.

 Qué cojones tuvo ese perro, después de yo esperar tanto para ver "la matación", le coge con largarse, tal vez a buscar algo más fácil. ¡Maldito perro del carajo, tan haragán!

¡Que decepción! Ese animal no luchó lo suficiente por la "memia" (memia en Ocoa, es la semilla del cajüil) y de esa perra que ni sostenes tenía, se largó por un simple problemita de altura. Perro es perro, en eso los políticos son más perros que los perros porque luchan hasta robarse (perdón, quise decir conseguir) lo que se quieren robar (excúsenme de nuevo, quise decir, obtener).

Seguí trabajando en la calle y cuando pasaba frente al estacionamiento de una tienda de descuentos, vi a otro perro que estaba con el mismo rollo que el haraganazo anterior, pero en este caso, la perra estaba debajo de una jipeta y el perro era mucho más bajito de tamaño que el del Romeo anterior.

A este perro le bastó hacer uso del hocico para excitar a la vagabunda perra quien, a los cinco primeros lengüetazos del lujurioso aspirante a chulo y salió de abajo de "su jipeta", reculó coquetamente, contoneándose como lo hace una chica bailando reguetón. Pues bien, la reversa fue perfecta pues quedó bien presentada con todo y baúl abierto y se colocó en posición anotadora, y el perro que ya tenía sobada su arma de reglamento, le entró a tiros (¿A tiros dije?) no, no, lo que vi fueron puyones.

Yo estaba que no cabía en mí, y hasta puedo decir que me daba envidia ver a ese perro tan varonil y con el asta de su bandera (¿o era un bordón?) tan dispuesta a derramar en las interioridades de la perra, el magma caliente en estado ígneo que le bullía en el interior de sus viciosas entrañas.

Esa envidia que sentí, no tardó en volverse lástima por el pobre perro ya que no habían pasado siete minutos, cuando ya los dos amantes estaban dándose la espalda, se quedaron pegados. Yo digo que los perros, debieron venir "de fábrica" con un dispositivo que les avise el momento en que se le está hinchando el nudo, y así sincronizar la salida de "su cosa", para que sepa cuándo debe retirar el sable, antes de que se le "amelle". ¡Eso es una tamaña vaina! ¡Pobre perros!

Ahora le vino otro problema al desdichado perro, porque el guardián del parqueo, les cayó a "pedrá limpia" teniendo que salir "bandiao" y caminando como las ciguapas, teniendo que arrastrar a la infortunada perra, logrando llegar hasta la calle, no sin antes haber sido cogido cada uno, un par de "pedrá". Y tuvieron suerte, de que los haya matado matado un carro.

No hay comentarios:

Publicar un comentario