lunes, 29 de mayo de 2017

Vivencias en San José de Ocoa: ¡Ay, pero que gran vergüenza la que pasé!

https://iliocapozzi.blogspot.com/2017/05/vivencias-en-san-jose-de-ocoa-ay-pero.html
Henry Osvaldo Tejeda Báez.
Ojalá ustedes no hayan pasado una vergüenza tan grande como la que yo pasé cuando tenía como 12 años en mi pueblo. Una noche me fui a leer unos cuantos muñequitos a la biblioteca municipal. Aún no estaba listo para leer las grandes obras de los escritores clásicos, porque primero hay que aprender a caminar, y luego correr, es decir, yo, como la gran mayoría de las personas amantes de la lectura, empecé a leer muñequitos y novelitas de vaqueros. Luego fue que empecé a leer revistas de más volúmenes como Carteles, una famosa revista cubana que, Neno Lara, el padre de Nenito, coleccionaba y que el propio Nenito, mi gran amigo, me las prestaba por paquetes a escondidas de .su madre Doña Melita,

Leía esa interesante revista, pero no dejaba de leer los muñequitos, también llamados paquitos  porque ese era mi vicio, y mis preferidos lo eran" Roy Rogers, Gene Autry, El Llanero Solitario, Red Rider y, Hoppalong Cassidy; los mencionados,  eran de muñequitos de vaqueros), pero también me gustaban los de aventuras como los de Tarzán, Chanoc (aventuras de mar y selva), así como los de Superman. 


Estos últimos traían cada cierto tiempo, otra historieta de El Mundo Bizarro dentro de la misma edición, este era un planeta similar a la Tierra, pero con la gran diferencia de que todo allá arriba, era al revés de la tierra; la forma del planeta era cuadrada. Dormían con la almohada en los pies, y para no cansar con el cuento, el mundo Bizarro, era la antítesis de todo lo que somos aquí abajo con todo y costumbres. Allá también había un superhéroe llamado El  Súper Bizarro, lo mismo que un Supermán aquí en la tierra. 
Pues bien, la noche en la biblioteca, no quise leer nada de historietas de vaqueros ni de otros temas del momento, esa noche opté por leer las aventuras de Daniel El Travieso, y no sé de dónde carajo se me ocurrió esa vaina, precisamente ese día tan importante para mí.  
Qué carajito más jodón el Daniel ese, ¡Madre mía! Este muchachito del carajo salía con unas ocurrencias que hacía llorar a cualquiera de la risa, pero llorar de risa no fue mi caso esa noche porque el maldito Daniel me hizo pasar la  peor vergüenza de mi vida. 
Esa noche, se encontraba en la biblioteca, una chica con la que yo tenía amores hacía más de dos años, exactamente, desde que estábamos en cuarto curso que era mixto, el problema era que ella no sabía que yo tenía amores con ella.

No encontraba la forma de  decirle algo, aunque fuera una palabrita de amor, porque no me salía nada, yo era muy tímido, y luego de acostarme duraba horas despierto tratando de elaborar un plan para llevarlo a cabo con tal de poder hablar con esa muchacha de tú a tú. Eran noches interminables, pero de momento pensaba: Pero cuál es el requengüeque mío? ¿'Por qué tanto miedo? ¿Acaso esa muchachita tan bonita me va a morder tan solo porque yo le diga que me gusta? No señor, esto tiene que acabar, ya está bueno, desde que amanezca y llegue a la escuela, me le voy a plantar en el frente y le voy a decir aunque sea, nada, pues, con el solo hecho de tener la valentía de pararme frente a ella, eso me hacía un valiente. Ya yo lo que quería era quitarme de esa vaina que me tenía de vuelta y vuelta: Me decidí, si me decía que no, bueno, me dijo que no, y punto, y no la jodería más aunque la flor oliera tanto. 
Vivencias en San José de Ocoa: ¡Ay, pero que gran vergüenza la que pasé!

"De mañana no paso sin decirle algo, lo que sea, no me importa, carajo, ¿si yo soy un hombre, porqué tenerle tanto miedo a una muchachita? Si Romeo, se levantó a Julieta fue porque la enamoró, entonces, cómo diablos voy yo a saber que yo le gusto o no, si ni siquiera tengo el valor de decirle nada, y peor aún, yo la miraba en el curso, cuando ella estaba distraída, y si por mano del diablo ella miraba hacia mí,  por lo que fuera, yo miraba para otro lado. Miran qué hgombre tenía la mamá mía por hijo. No seas pendejo, me decía mi alter ego, lánzate, y no te digo que bebas romo , porque no tienes ni para comprar una torreja de las que hacía la mamá de Juan Macaco.

_Tú cállate, no me jodas. -Le decía yo a mi otro yo-, si tu sirvieras para algo, ya me hubieras ayudado, pero a lo mejor tu eres cundango y no te gustan las mujeres. Mi otro yo me contestó: 
_No hables así, porque si yo soy pájaro, lo saqué de tí. 
También me ponía como ejemplo a Cacao, mi vecino y mejor amigo; mi otro yo me decía:
_Mira, enano de mente estrecha, copia de Cacao, él se le tira a las mujeres sin persarlo dos veces, aprende a enamorarte, prospecto de cundango! 
Todo en ese maldito otro yo, era puro insulto, nunca nos hemos llevado bien, y si no lo he asesinado, es porque yo también me voy a morir asesinado. Si yo supiera que mi muerte será en paz, tranquilo en mi cama luego de asesinarlo a él, hace rato que lo hubiera hecho filmar con los Orioles.
Bueno, yo sé que Cacao se conseguía novias a cada rato, pero él tenía una labia fina, y no sé lo que se inventaba para decírselo a las mujeres, el  hecho es que, a ellas les gustaba y se las conseguía. Entonces, ¿porqué carajo no puedo hacer yo lo mismo? -Me preguntaba-. "Pero, nada, se acabó, desde que la vea le entro como la conga, no voy a perder nada hablándole, es más, ni siquiera voy a perder el mandado porque yo mismo se lo voy a dar Ahora sí es verdad que me llené de valor.

Como dije antes, estábamos en el mismo curso con una profesora de apellido Blancherí, y hasta nos sentábamos uno al lado del otro. Esa profesora, tenía dos antiaéreas en el pecho, lo que atraía la mirada de los alumnos más "grandecitos".  Esa noche iba yo a saber lo que era peine en "pelo de tusa"; le solicité a "La Señorita" Guerrero, la bibliotecaria. (señorita, aunque ya pasaba de los 50 años, y ¡Ay de aquel que le dijera doña. o, señora.

 Me parece estar oyéndola ahora mismo decir: 
-"Jovencito, no soy una Señora, yo soy  se- ño- ri- ta", así lo deletreaba para hacer más énfasis en su virginidad, lo decía así para que se supiera que ella no estaba inaugurada en los menesteres que...bueno, ya saben, y que tenía una isla o isleta en su cuerpo que,  ningun al mirante ocoeño que anduviera en busca de las Indias occidentales,  no la había podido descurbrir ni por error. Era una señora de un trato exquisito y muy decente, pero nada, si su gusto no lo quería compartir, ni quería chocar los carritos con ningún hombre, allá ella, nadie tiene que meterse en eso. 

Le dije que me trajera muñequitos de Daniel El Travieso y  me senté, pero de reojo miraba hacia donde estaba sentada mi chica. ¿Cómo, dijiste, acaso dijiste tú chica? ¿Desde cuándo te la levantaste, jabladorazo? Era la voz de mi otro yo burlándose de mi. Cuando ese esperpento empezaba a hablar, no se paraba. Ahora siguió jodiendo: Óye, lurio del carajo, no te pongas a hacer historias inventadas por ti, porque aquí dentro de tí estoy  yo como un boy scout, siempre listo, para sacarte los trapos  sucios y para que no sean tan jablador? No, no puedo competir con ese infierno que llevo dentro.

Entre miraditas furtivas hacia ella y la lectura de muñequitos de Daniel EL Travieso fue transcurriendo la noche,  pero llegó el momento de mi desgracia cuando me topé con un pasaje, en que a Daniel le habrían comprado una bicicleta y empezó a hacer piruetas en la calle frente a su casa. 

En su alegría mientras montaba en su bicicleta, Daniel empezó a vocearle a la mamá: 
_ Mira Mami, sin manos (íba suelto de las dos manos), luego voceó otra de nuevo: 
_ Mira Mami, sin pies, (ahora soltó los pedales, y la madre estaba orgullosa y encantada de las habilidades de Daniel) pero esta vez el carajito  perdió el equilibrio y fue a dar de frente con un poste de luz, fue entonces cuando le voceó a la mamá: 
_ ¡Mira Mami, ahora estoy sin dientes! 

No le quedó un solo diente en la boca, ahora parecía un embique. 
Esa fue la última noche que visité la biblioteca de Ocoa, amigo lector, me dio un ataque de risa tan grande que hasta "La Señorita" se molestó y me dijo en tono seco: 
_ Jovencito, ¡compórtese, o va a tener que salir de la sala! ¡Coño, qué vergüenza! Decirme eso delante de novia!
¨Cuando oyó esto, mi otro yo empezó otra de sus tandas: "Pero qué cojones tu tienes, ahora vuelves a llamarle mi amor, y ella no sabe ni siquiera que tu estás vivo: ¿A cuál amor, te refieres, infeliz?
La mierda esa que vive dentro de mí, querá seguir burlándose, pero no le hice caso. 
 Pues bien,  mi amor, y a todos los presentes, se rieron de manera discreta, pero yo estaba muerto en vida y ruborizado.

Pero logré recomponerme y seguí leyendo, pero eso que me pasó es una pura chancleta con lo que me ocurrió unos minutos más tarde. Resulta que, como un lurio y masoquista al fin, cometí la estupidez, volví atrás en la lectura, dizque para ver la página que me hizo reír tanto, la misma por la que me echaron el boche, y ahí si fue verdad que se me jodío la noche, los amores y hasta la vergüenza.

Sucede que, desde que vi de nuevo al maldito Daniel sin dientes, solté una carcajada tan grande que hizo que todos me miraran asombrados; pero el motivo de que yo tuviera que salir del salón aparatosamente y en bola de humo" no fue por la risa de los presentes, sino, por el  tremendo "peo sonao" que se me salió, y que resonó en el salón como una bomba molotov. ¡Diablos, eso fue lo que le puso la tapa al pomo! ¡Qué maldita vergúenza!

Ahí mismo me di cuenta de que se me habían cerrado las puertas principales para visitar el barrio El Rastrillo. Jamás iría a esa parte de la ciudad, por lo que tendría que conformarme con vivir en smi barrio y no salir por lo menos, durante un mes. Ese follón no se pareción en nada al follón de Yamasá, de la décima Juan Antonio Alix, aquel fue silencionso pero apestoso, y el mío, aunque no tenia mal olor, fue demasiado estruendoso. Ya no podría ir otra vez a la biblioteca, que estaba a solo unas cuatro casas de donde vivía Vielka Domínguez. ¡Ay, lo dije! Si, ella era una de las hijas del secretario general del PRD en Ocoa, Miguel Dominguez; esa era la chica que me tenía "al coger el monte", mi amor platónico.

Pero ahora tenía yo otro gran problema, pues. en la escuela, la Luisa Ozema Pellerano, éramos vecinos de butacas en el mismo curso, y yo me preguntaba con qué cara iba yo a  mirar a esa chica?. Les reitero que de este gran amor, solo yo lo sabía, porque ella nunca supo que yo tenía amores con ella. Para yo no tener que faltar a las clases, tuve que cambiar de asiento con un amigo que se sentaba en la esquina más lejana del aula con respecto a la butaca de ella. 



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