Por Henry Osvaldo Tejeda
Cuando se decidió el traslado del Padre Luis en 1983, y frente a la oposición de esa acción por su amado pueblo ocoeño, para dejarlo en Ocoa, las altas instancias de la Iglesia le propusieron que debería aceptar ser degradado.
La condición fue que, en lugar de Cura Párroco, debería quedarse en Ocoa como Vicario".
El Padre Luis, el inmenso, el grande, el protector de los pobres, el Guayacán de la Sierra, con toda humildad lo aceptó sin rechistar y, conociéndolo yo tanto por haber estado a su lado por tanto tiempo, yo sé que, lo más que pudo pensar con esta afrenta, sería encogerse de hombres y preguntarse:
"¿Y qué?, eso no me afecta lo que en realidad amo; mis campesinos y mis niños sucios de tierra y miseria".
Y era así, su vida giraba en torno al hombre del campo y su miseria.
Yo pienso que, el título (o rango eclesial) de Párroco, a él poco le importaba porque lo más grande para Luis era la obra de bien social que venía desarrollando desde hacía décadas.
Para Luis, su obra en favor del campesino y del pueblo en general, debía continuar sin ese título. ¿Qué le importaba a Luis seguir haciendo lo que hacía como raso?
Si miramos desde el punto de vista de la realidad, de lo que vemos día a día con los jefes de la iglesia católica, ¿de qué sirven los rimbombantes títulos eclesiásticos, cuando el que los posee no sierve para nada y que, por el contrario, lo denigra.
Ese es el caso de un tajalán sotanudo que, con el título de cardenal (también tiene un alto rango en las fuerzas armadas dominicanas), se pasa la vida hablando "pluma'e burro" y sirviéndose del Estado dominicano mientras a su alrededor hay un pueblo humilde en desgracia que se cae a pedazos y él, ni pa'llá mira porque su lugar está, al lado de la oligarquía, su Dios sólo se sienta en la mesa del poderoso.
Me imagino cómo se sentiría Cura Párroco que sustituyó al padre Luis, ante la envergadura del Guayacán. No creo que se sintiera bien, pero por discipllina, tenía que cumplír órdenes. Eso es entendible.
Ser raso le dio al padre Luis la oportunidad de tener mas tiempo para lo suyo, es decir, para tener mas contacot con el campo. Eso de oficiar misas para poner a la gente a comer hostias no estaba para El Guayacán, aunque que se aprovechó para, desde el púlpito, decirles a los explotadores lo que se merecían. Eso me consta, porque lo vi desde el rincón del coro de la iglesia, que yo dirigía.
En resumen, Vicario, Párroco, Obispo, Arzobispo, Cardenal o lo que sea, el Padre Luis José Quinn Cassidy será recordado como el más grande hombre que pisó tierra ocoeña. Que a nadie le quepa dudas.
Esta día 20 de este mismo més, el padre Julián Hernández, uno de los párrocos que estuvo a su lado unos años, pondrá a circular un libor sobre la obra y la vida de ese gran hombre que, nacido en Inglaterrra, fue a ofrecerle sus huesos y sus sueños al laborioso pueblo de San José de Ocoa, mi terruño amado.
Estribillo de la canción que le compuse (en vida) al padre Luis Quinn.

Padre Luis de todo el mundo
Aunque eres hijo de otras tierras
te has hecho padre de mi pueblo.
Padre Luis de todo el tiempo
Padre Luis de todo el mundo
Perfecto parto de una madre
Guayacán rebelde de la sierra.
AL MARGEN:
Cada vez que hablo del padre Luis, necesariamente tengo que recordar a otro gran munícipe, también amigo del pobre, Tony Isa; él y Luis eran, uña y dedo.
Paz a sus restos.
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