jueves, 6 de diciembre de 2012

RECUERDO

Asdrovel Tejeda
Asdrovel A Tejeda Acevedo

Se bajó de la cama tan pronto abrió los ojos en la mañana, el viento golpeaba la ventana, hacia frio, descorrió la cortina y miró sin ver el paisaje de la calle, todavía con los ojos cargados de sueño encendió el televisor en el canal del tiempo; presuroso entro al baño y recordó  que no había comprado jabón en el supermercado la noche anterior, se mojo con agua caliente y tarareo una canción.

Salió del baño y entro al guardarropa, escogió una corbata cualquiera que no hacia juego con la camisa, puso el café, se tomo la pastilla de la presión y una aspirina, volvió a la ventana y miro sin ver la segunda vez, ahora estaba despierto, sonó la cafetera , el café estaba listo, por un momento, escaso, recordó un anafe y el aroma del café en el patio de la infancia y la sonrisa feliz de la vieja pasándole el jarro de aluminio con el brebaje negro, sacudió el recuerdo con movimientos leves de cabeza y encendió su primer cigarrillo.

Miro el reloj por tercera o cuarta vez, chequeo el maletín, repaso su agenda, tacho dos compromisos en la mañana, entendió que no tendría tiempo de cumplirlos, eran demasiados, con un pedazo de pan a medio consumir, se sentó en el espacio de la computadora, encendiéndola, el ¡helooo, tiene mensajes!, le abofeteo por primera vez en la mañana, decidió no oírlos y por un momento, como un fogonazo congelado en el tiempo, le vino a la memoria el pequeño rio de su pueblo, el parque con los amigos, el olor del pan recién hecho de la panadería del barrio, el "buenos  días vecino", ¿cómo amaneció?

 Volvió a sacudirse el recuerdo, se paró a planchar la camisa amarrilla, no hacia juego con la corbata.
Se puso el traje de su vida nueva,  que era vieja, se miro al espejo y no se reconoció, esa cara tenía algún parecido, pero no era él, se ajusto el nudo de la corbata, miro orgulloso su rolex en su mano izquierda, su cartier en el marco de los espejuelos, su anillo de graduación, con brillantes diamantinos en el borde, escogió un pañuelo que no hacia juego ni con la corbata ni con la camisa.

Mientras ponía la clave de la alarma, le llego a la memoria la risa de sus amigos, la ternura infinita de sus hermanos, los abrazos y saludos de los vecinos, cuando las mariposas llegaban en abril, los locrios de Rhada en La Lisa, y la lluvia cantarina en el zinc.

Abrió la puerta, salió  y caminó al elevador presuroso, sonó su celular, "le esperan", le dijo una voz  grave, impersonal y acuciosa, fría, "están aquí, y le esperan".
Por un momento, sólo por un momento recordó que, aun era posible vivir.


Nota de El Chacharero:
Le dije al primo Asdrovel que pubicaría un comentario debajo de su trabajo, porque esos espasmos recordatorios no los podía dejar pasar sin decir algo.


Primo, no hay manera que usted se pueda sacudir de esos recuerdos de nuestro terruño.
Lo que ha hecho usted con esa prosa, es una historia apostrofada, sintetizada de lo fue su vida en el terruño querido.

Me gustó mucho, carajo, me gustó. No me pude substraer a esos parrafitos sueltos y tuve que irme a Ocoa, visitar la Lisa, recordar la panadería de Calé González; buscar rápidamente una ponchera y otras vasijas, para coger las gotas de agua que emanaban de varios boquetes del zinc, luego acostarme a disfrutar de su sonido.
No me pude substraer a imaginarme el olor de ese café cuando caía desde el colador hacia la cafetera; salí al patio y allí recibí de don Rubén Díaz y Doña Colombina el diario "Buenos días Osvaldo".

Seguí leyendo sus "recuerdos", y tuve que retrotraerme en el tiempo y  verme sentado en uno de los bancos del parque, frente al Hotel Marién, haciendo cuentos coloraos con los amigos. ¡Ay, madre santa! 
Pienso, tanto dinero que se gastan en armas para matar, porqué no inventan una jodía máquina que lleve a uno a los lugares que uno quiera en el tiempo. ¡Sueña Pilarín!

Primo, esos momentos son cosas no tienen más que una sóla madre en la vida; es más, ni repitiéndolas son tan buenas.  Me gustó su trabajo primo, me gustó, carajo. 
Me acaba usted de poetizar este trapo de existencia que vivo. ¡Gracias!





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