jueves, 29 de agosto de 2013

UN AGRADECIDO DE LEIDSA

Por Henry Osvaldo Tejeda

En el día de hoy llegó a la oficina de LEIDSA con sede en La Romana, la empresa donde trabajo, un señor de algo mas de 30 años al que le pude ver tenía los ojos hundidos en sus cuencas fruto, al parecer, de la falta de sueño y de viajes a la cocina; en la cara  podía vérseles los rastros del infortunio pues según dijo, estaba atravesando por una calamitosa situación económica y familiar.

Pero a pesar de todo eso, el señor se sentía contento y aún se le podía ver en los ojos profundos un brillo de entusiasmo. Nos preguntamos qué podría hacer que ese señor tuviera esas dos mezclas a la vez, es decir, el dolor del infortunio y esa tranquilidad de espíritu.

Sin que nadie le preguntara, empezó a decir:
_ "Miren señores, yo soy un hombe desempleado que se desempeñaba como cocinero en un hotel de Bávaro pero me cancelaron desde hace varios meses, después de eso, he estado durmiendo dentro de guaguas y en construcciones a medio terminar porque mi madre tiene un esposo (mi padrastro) con quien no me llevaba bien y ella prefirió botarme de la casa porque según ella, yo no era quién para dañarle su relación con ese hombre".

"De ahí en adelante, lo que he pasado no se lo deseo ni a un perro. No he comido bien durante todo el tiempo que tengo viviendo en cualquier lugar de la calle y las veces que he podido comer, se lo debo a un amigo que, al ver mi desastrosa situación, de vez en cuando me metía la mano con algo de comida".

"No he podido conseguir otro trabajo porque nadie quiere emplear a una persona que está en cicla, por unos miserables 7 mil pesitos que he quedado debiendo. No he cometido "lo mal hecho" porque soy una persona seria y no voy a mancharme ya a estas alturas de  la vida por mas trabajo que esté pasando" y no me voy a suicidar porque eso sería una cobardía de mi parte, voy  enfrentarma al mundo por mi vida".

Antes de que el joven siguiera con  su triste relato, le preguntamos dónde quería él llegar al contarnos la tragedia de su vida y hasta llegamos a pensar que el hombre andaba buscando algún par de pesos para comer. 

Reynaldo, el empleado de la empresa que atiende al público y yo, nos miramos entre si como para ponernos de acuerdo en qué podríamos ayudar el desmoralizado pero contento hombre.

No tuvimos que hablar nada, pues el joven sacó de sus bolsillos un recibo en el que decía que se había sacado un "Súper Palé" de Leidsa por valor de 30 mil pesos. Cuando vimos eso, fue tanta nuestra alegría que no pudimos emitir palabras y lo dejamos que siguiera hablando. Les juro que hasta se me aguaron los ojos, soy un flojo del carajo a la vista del dolor y la alegría del ser humano.

El hombre siguió diciendo: 
"Miren ustedes, a mi no me gusta pedirle un centavo a nadie porque eso me da vergüenza, pero ayer me miré de arriba hasta abajo y hasta sentí el mal olor de mi piel y de mi ropa, por lo que decidí pedirle a un amigo que me regalara diez pesos para comer.

Para no cansarles con el cuento, me fui a la parada de guaguas donde duermo, a jugar esos chelitos a un palé y vean ustedes cómo la vida me sonrió. 

En este momento, en lugar de reir, el hombre hizo una mueca de angustia como transformada en dolor profundo, muy difícil de describir; es como un dolor en el alma de esos que se sienten al recuerdo de pasajes bochornosos y hasta que en ciertos momentos, nos brinda la vida.

"Ahora pagaré los 7 mil pesos que debo, y la más seguro es que muy pronto empiece a trabajar de nuevo. Quiero que me cambien este recibo en estos momentos y a la vez quiero darle las gracias a Leidsa porque, en combinación con la suerte, ha sido la que me ha sacado de esta dolorosa situación. 

¡Que viva Leidsa! -Dijo eufórico el desdichado hombre (¿....?).
El coro nuestro no se hizo esperar: ¡Que vivaaaaaaaaa! 
"Por algo le dicen, la fábrica de millonarios", terminó diciendo el agraciado. 

"Les juro que, por agradecimiento y por haberme ayudado a salir de esta podredumbre no voy a dejar de jugar en Leidsa porque así como me saqué hoy 30 mil pesos, mañana me puedo sacar 100 millones. ¡Gracias de nuevo!

No puedo describir la gran alegría que sentimos Reynaldo y yo, por las palabras de este hombre quien acaba de ponerle fin a tantos sufrimientos. Esperamos, y así se lo hicimos saber, que le deseamos que consiga un buen trabajo lo más pronto posible.

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