miércoles, 23 de mayo de 2012

CHÁCHARAS DE LLUBERES, UN POLICIA OCOEÑO EN LA ROMANA (Primera parte)


Por Henry Osvaldo Tejeda Báez

Las Tablas, es un paraje remoto de los campos de San José de Ocoa, donde nació y vivió mi amigo Benerito Lluberes, cuando su padre  lo abandonó junto a dos hermanos mas, una hembra y otro hermano varón;  lo mandaron a vivir donde un tío para alivianar un poco la carga de la familia,  ya que la mamá quedó sola con ellos tres, sin un soporte familiar que la ayudara en su extrema pobreza.

Cuando Lluberes llegó donde el tío le dijo:
_ "Sión tío. Le mandó a decir mi mamá, que si usted puede dejarme a vivir aquí en su casa porque allá la situación esta muy mala y papá nos abandonó"
El tío contestó:
_ Dios te bendiga sobrino.
Ni corto ni perezoso, cortó un racimo de plátanos y  se lo entregó a Lluberes diciéndole:
_ Toma estos plátanos y vete pa'donde tu'tabas porque yo no te puedo tener aquí.
Cuando Lluberes se fue, el tío se dijo:
_ Tamaña vaina me iban a  echá encima. ¡Ay no, eso no!

Golpeado así por la vida desde pequeño, entre calamidad y miseria  Lluberes cayó en el pueblo de Ocoa, donde se hizo un hombrecito; vendía dulces, helados y otras golosinas, se hizo mecánico y logró engancharse a la policía, yendo a caer de puesto en Baní y como todo policía sin domicilio fijo, fue a parar a La Romana

Allí tuvo una discusión con un nacional haitiano, a quien se llevó preso y cuando lo iba a trancar en la celda el haitiano dijo en una jerigonza entre "patuá y español, algo así como:
_ No te apules, que'eta me la paga tu!

Lluberes ni entendió bien lo que le dijo el haitiano, pero sabía que no era nada bueno.
Un sargento que oyó claramente lo que dijo el haitiano, le dijo a Lluberes (no se sabe si por bromear con él, o para meterle miedo y luego reírse de él):

_ Mira Lluberes, a mi me han dicho que cuando un haitiano dice lo que dijo ese, es que te va a hacer un hechizo y  pa'echarte una maldición, si no le sacas aunque sea un "chinchin" sangre, te vas a joder".
Esto del "chinchin de sangre, era un invento del Sargento, pero Lluberes frunció el ceño y se quedó pensativo.

Lluberes, un hombre que aún en estos tiempos y ya con más de cincuenta años, todavía cree en Bacá, en ciguapas, en brujas que vuelan y cuantas vainas más le lleguen a la cabeza, por los cuentos que oyó cuando vivía en las lomas de Ocoa, se metió en miedo y le dijo al sargento:

_ ¡Zaya, hágame el favor de abrirme la puerta de la cárcel ahora mismo y sáqueme a ese haitiano de ahí!
 El sargento, con su música por dentro, ya no aguantaba la risa, le abrió la celda y llamó al preso.

No bien había salido el  haitiano, cuando Lluberes le dio un coñazo con la macana, entre el "guevo'el oído y la "tabla'el cocote" que le causó una leve rotura en la cabeza, por donde salió un hilillo de sangre.
Cuando Lluberes vio la sangre le dijo al sargento:
_Si por sangre es, ahí la tiene sargento.
El sargento se explotó de la risa. Lluberes le había creído el disparate que le dijo sobre el haitiano y la sangre.
Cuando Lluberes me contaba la historia, me aclaró:

_ Mira manito, tu sabes que yo soy buena gente y nunca le he hecho un mal a nadie, le dí un solo golpe, yo no soy abusador, para hablarte la verdad, a mí me dio pena el pobre haitiano, pero no podía dejar que me echara una vaina. ¿Verdad que él también tuvo la culpa. ¿Qué tu crees?....

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