viernes, 25 de marzo de 2016

VIVENCIAS EN SAN JOSÉ DE OCOA: INOLVIDABLES MOMENTOS CON EL PADRE LUIS

Por Henry Osvaldo Tejeda
Vinda Báez, madre del autor

Al momento de morir mi madre -1989-, yo residía en San Cristóbal, murió en una clínica de esa ciudad donde era atendida desde hacía varios días por una trombosis que a la postre, terminó con su vida.

Nos trasladamos a Ocoa con el cadáver en horas de la mañana. Se le hizo un funeral al estilo evangélico, ya que ella era la pastora de la iglesia que funcionaba (aún funciona) en la mitad de la casa donde viví la mitad de mi vida. Desde muy  joven, ella se convirtió al evangelio, hasta su muerte.

Llegaron unos amigos, compañeros de trabajo donde yo laboraba a la sazón, la Compañía Anónima Tabacalera, y luego del sepelio estaba yo en mi humilde casa cuando en eso se presenta el Padre Luis, sudado como un potro y me abrazó. Nunca se me ha de borrar ese abrazo, pero no dijo nada, se sentó a mi lado.
Acabada de dejar lo que estaba haciendo en  una "jurunela" de la sección "La Laguna", un capo ocoeño. Eso me lo dijo luego. 

Alguien que fue desde Ocoa le dio la noticia de la muerte de mi madre. EL hecho es que dejó todo y se fue para Ocoa, y con la misma facha que tenía, sucio, con pantalones rotos y las botas enlodadas, se apareció en mi casa.

El lado izquierdo de este foto, es la mitad del rostro mío, que lo uní al lado derecho de la
cara de mi madre para fusionarme con ella para siempre
Yo decidí irme para San Cristóbal esa misma tarde, porque estamos haciendo un survey, o levantamiento, de los productos de la Tabacalera en Maquiteria, en la capital, y no quería dejar el trabajo por mitad, por más que mi jefe me dijo que me tomara todo el tiempo que necesitara en Ocoa, no hice caso.

Me iría con un compañero de trabajo de los que fueron a mi casa ese día, pero cuando el padre Luis escuchó que yo me iba, se paró y dijo: 
No, tú no te vas con nadie, Osvaldo, yo te voy a llevar".
_Pero Luis, ¿cómo se le ocurre eso, si tengo un vehículo ahí esperándome? ¿Por qué arriesgarse a coger carretera de noche al regreso de San Cristóbal? No, deje eso, yo me voy con mi amigo.

_ Te dije que te voy a llevar y ya no hables más.
Con un hombre tan terco así, no me quedó de otra que acceder, cuando le dije que me iría con él, me dijo:
_ Solo espérame un ratito a que yo me cambie de ropa.
_ Ok, aquí le espero -Le dije-

Señores, para no cansarles con el cuento, y para que ustedes vean el por qué este hombre se arraigó tanto en mi les diré que Luis llegó "cambiadito" de ropa, pero vaya usted a ver qué fue la ropa que se cambió (cada vez que recuerdo esto, me río). Ese guayacán del carajo, se puso una camisa color zapote que tenía varios bolsillos. 
No pude más que voltearme, y aún con el dolor de la muerte de mi madre reflejada en el rostro, tuve que reírme.

_ ¿De qué te ríes, comunista?
_ No, de nada, es que recordé algo.
_ Pero parece que fue algo muy bueno, para que hagas eso ahora.
_ Mire Gringo, no comencemos como siempre, a discutir.
_ No, tú eres el que tienes que dejar de decirme Gringo, me lo dices porque sabes que me prende las orejas que me digan Gringo.
_ Bueno, usted fue que comenzó diciéndome comunista.
_ Ya deja eso, ovejo! (Por mi color, y por las greñas que yo tenía)
_ Ok, Gringo!

Así transcurrió el inicio de los primero kilómetros, y cuando íbamos por La Vuelta de La Paloma me dijo:

_ Yo quería mucho a tu mamá, y como ella era evangélica, no le hubiera gustado una misa en la iglesia católica, así es que, coge la guitarra que está ahí (era la camioneta alta que tenía), y acompáñame, porque voy a cantar, y no cantes tú.
_ Y, qué va usted a cantar?
_ La que siempre canto en las misas de cuerpo presente, "Yo volveré a Cantar".

Llegamos a San Cristóbal de noche, le dije que amaneciera donde Doña Negra Viuda Castillo, donde siempre se hospedaba, entre otros lugares , ella era la suegra del difunto Tony Isa que eran muy amigos. Pero ese tipo, como ya les dije, era terco con coj.... 
El hecho es que me dijo, que sí, que se iría a dormir a Santo Domingo. 

Nos despedimos con un gran abrazo, y yo me quedé en el medio de la calle a esperar que doblara en la calle Mella hacia Izquierda, es decir, rumbo a la capital. ¿Qué hizo Luis? Dobló en la calle Pedro Borbón hacia la derecha, rumbo a Ocoa. ¡Pura rosca izquierda

En la Casa Curial:
¡Terrible, ese Guayacán! Y miren esto, la única que lo macaneaba era Sarita, la sacristana de la iglesia quien estuvo toda su vida junto a él.

En la Casa Curial se escuchaba el grito desesperado y sentencioso de Sarita, cuando el padre Luis no le hacía caso a la campanita que le avisaba que la mesa estaba puesta.

_ ¡Mire usted (se refería a Luis), venga a comer! ¿Acaso se quiere usted morir de hambre? Tú también Osvaldo, deja ya esa guitarra porque ese hombre se va a poné como un fleje, no le gusta comé! 

En voz baja, el Guayacán me decía:
¡Carajo, Osvaldo, pero la Sarita esa si fuñe! 
jajajajajajaja

No hay comentarios:

Publicar un comentario