martes, 26 de febrero de 2013

CHÁCHARAS SUELTAS Y DE BURRAS

Autor: Henry Osvaldo Tejeda
Hay noticias que causan risa, esta es una de ellas: Los descendientes del Gral. Luyeron, quieren recuperar los bienes del prócer, porque están pasando las Mil y una Noches.
Si la cosa es así, como yo también estoy corto económicamente, me estoy animando a reclamar lo que me toca de lo que Cristóbal Colón se robó en sus viajes a este conuco, el que una vez se llamó La Hispaniola y que ahora se llama República Dominicana y que no tiene nada que envidiarle a un Batey.
Otra cosa. Qué ameno el banilejo que se llevó la novia y luego de asquerosearla y hacerle de todo lo que le dio la gana (menos meterla en política), la devolvió a su casa disque porque no era virgen. ¡Qué buena pela en cueros, carajo!

Me dicen que en el Cibao están robando cabellos para venderlos a los salones de belleza, una muy buena noticia para los lampiños, los que no fueron dotados de una crin en el entorno de sus partes reproductoras. Ahora pueden llegar a cualquier salón de belleza y pedir un par de onzas de pelos, pero si les da vergüenza ir a un salón a hacer semejante compra, puedo darles mi dirección de correo para que hagan un único pedido de pelos rubios, porque dígame usted, ¿para qué me están sirviendo los que tengo? Tenía una perra que cuando le sonaba una armónica (instrumento de viento), levantaba el hocico y se ponía a cantar (aullar). Puedo decir que esa perra cantaba mejor que Omega.

A propósito de animales, no sé si ustedes saben que en Azua, los tígueres son muy dados a hacer el amor con animales (zoofilia), especialmente con burras. Ahora les diré lo que le pasó a un Romeo burroide, según supe, cuando vivía en mi pueblo natal San José de Ocoa. Había un señor que tenía unos cuantos burros de ambos sexos en un potrero no muy lejos del poblado de Azua. Sucede que, desde hacía días, un tipo era visto merodeando el potrero donde estaban los nobles y trabajadores onagros. 


El hombre siempre andaba con un banquito de esos que hace tiempo usaban los limpiabotas (ahora usan una lata de pintura vacía). Un día, el dueño de los animales andaba por los predios del conuco, casi a orillas del río, cuando de repente, divisó a los lejos dos burros apareándose pero, como estaba algo distante, solo veía lo que él pensó inicialmente, que eran dos burros en plena orgía, pero a medida que se iba acercando pensaba: 
“Pero que burro tan raro ese, el que esta encaramado encima de la pollina” (Pollino: Burro joven)” se preguntó.
A medidas que se iba acercando, lo que le parecía antes un par de orejas, se estaba pareciendo ya a un sombrero y... ¡oh sorpresa! , Ahí estaba el mismo hombre del banquito, haciendo de las suyas, sacó su machete y apuró el paso pero el amante hombre de la burra lo vio, se subió el pantalón, cogió una botella de romo que tenia encima de una piedra, y se mandó en una alocada carrera arrastrando todavía los ruedos del pantalón, donde se le iban pegando montones de Guasábaras.
(Guasábara: planta espinosa que se da en suelos áridos)

De regreso al pueblo, el dueño de los animales empezó a investigar quién era el hombre que le estaba dando amores a sus burras, removió la ciudad de arriba abajo, hasta que dio con el paradero del Romeo y luego de tener la ubicación procedió a poner la denuncia a la policía, por lo que el Romeo burreril fue a parar a la cárcel, siendo traducido a la justicia por tan sucio hecho. Fue juzgado y sentenciado a casarse (aunque no por la ley por ser eso imposible), con la burra a la cual hizo “señora burra”, en una ceremonia en el parque público de la ciudad de Azua, como un escarmiento para ése y otros burreros que tanto abundan en esa ciudad.
El dueño de la burra se buscó un tíguere en el barrio, de esos que se prestan para todo y le puso una sotana para que las hiciera de sacerdote; buscó tres más para que sirvieran de testigos.
Se inicia la boda. El violador, todavía delante de toda la gente que estaba presente, pensaba que era una broma, y hasta se estaba sonriendo, hasta que "el cura" habló.

_ “Señor Bertico Miranda, mejor conocido como Beto el burrero, ¿acepta usted a la burra Panza Blanca como su legítima esposa, y jura usted quererla siempre en las buenas y en las malas hasta que la muerte los separe?
Fue en ese momento cuando el acusado se dio cuenta de que el asunto iba en serio, por lo que abrió los ojazos como dos chupetes de niños y dijo:
- ¡Heyyyy, cójanlo suave! ¡Espere, espere Señor cura ¡ ¿Y es de verdad que Uds. van a seguir con este relajo? ¿Acaso creen que yo me cogí a esa maldita burra? Yo le juro por mi madrecita santísima que esos son inventos de ese señor (señalando al dueño) porque me tiene odio. Mire señor cura, yo le voy a ser sincero: en otros tiempos, yo era burrero pero ya no, yo no tuve nada con esa burra de la mierda.
El dueño de la burra se paró y dijo:
_ ¡Ah, pero miren qué lindo es el maldito!, se tira a la burra y ahora hasta la desacredita! ¡Mire señor cura, ese señor es un "jablador" porque yo lo vi con estos ojos que se van a tragar la tierra cuando todavía tenía los pantalones más abajo de las rodillas. Mi burra no había estado nunca con un burro hasta que apareció este degenerao: ella era apenas una saleita. (Léase, una burra señorita)
El cura lo mandó a callar, y mirando hacia el burrero, no, perdón, quise decir, al acusado, le dijo:
_ Señor, si usted no acepta casarse con la burra, le aseguro que va a ir preso, así es que, por última vez, ¿acepta casarse con la burra? ¡Solo diga, sí o no!
_ Siiiiiii, acepto, maldita sea!
Dicho esto, miró al dueño de la burra con ojos asesinos como diciéndole: “No te apures viejo´´ e mierda hijo’e puta, ya me pagarás esto algún día”.
El cura continuó con el casamiento.
_En vista de que la burra no habla, le pedimos al dueño que diga si acepta a este hombre como marido de la burra”.
_ Claro que acepto”. Dijo el hombre.
El "cura", se dirigió a todos los presentes de esta manera:
_ En vista de que no hay anillos para intercambiar, el novio procederá en estos momentos a ponerle un collar de flores a la novia y una jáquima para ser conducida no sabemos dónde, donde pasarán su luna de mil. Ahora los declaro marido y burra. Señor, puede besar a la burra. Cuando el cura dijo eso, el lugar se vino abajo; todos explotaron de la risa, ante el rubor del burrero.

Nota al margen: No puedo asegurar de la veracidad de la historia, pero yo trabajé en la provincia de Azua por un tiempo, y fueron muchas las historias que me hicieron sobre los burreros. Coger abusar de animales, no va a desaparecer en los campos ni pueblos pequeños; Azua no será la excepción.

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