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Por Henry Osvaldo Tejeda
Señores, cuando me
pongo a pensar en el atrofiado y a veces, ameno trajín de la vida en la que no
le he hecho mal a nadie (que yo recuerde) debo sentirme bien y tranquilo, pero siempre hay un azaroso que te tiene algo
guardado que viene a perturbar esa paz que creías real; ahora verán porqué lo
digo.
Uno de esos sábados en que suelo hacer lo que hago sólo ese
día de la semana, es decir, compartir unos tragos sociales con varios amigos
amantes del Rock and Roll, entre ellos, mi fiel amigo y “serruchador” Enriquito
Logroño (muy buen guitarrista, dicho sea de paso), se me acercó un amigo al que
le pregunté por un muchacho del barrio al que yo, de vez en cuando le daba un
par de botellas de "romo”.
He trabajado en un banco, en un puerto, cantautor,
agente vendedor de Mercasid, industrias lavador, Inspector de casas
licoreras, vendedor de maletín Campo Frío, músico, cantante (bailarín no,
porque no me brincaron cuando pequeño, además, sería ya todo un Amucaba) y mil
vainas mas que no diré aquí por ser tantas, aunque puedo decir que nunca he
sido de los malos, ni creo que lo sea nunca, gracias a mi crianza hogareña y lo
aprendido con el padre Luis Quinn.
A mi pregunta, el amigo respondió:
_ Mira muchacho, ¿tu recuerdas la vez que, precisamente para
estos tiempos de Semana Santa, le
regalaste dos frascos de "romo" a ese Tatín, el muchacho por quien me
preguntas?
_Claro que lo recuerdo, pero de eso hace más de dos años,
por eso te pregunto, es que hace mucho que no lo ya veo por el barrio. -le
dije-
_ Pues mira, esa vez que le diste esas dos botellas de
ron fue la última vez que lo vimos,
porque le cogió con irse a bañar a Caletón como a las doce de la noche y se
ahogó. De eso hace ya como casi tres años. ” Me dijo compungido.
_ ¡No jodas! ¡Diablos, que vaina, qué pena! -Dije alarmado-
Amigo lector, ahí mismo se me dañó la noche. ¡Adiós Rock’n Roll!, adiós Baladas, adiós
Boleros, adiós Salsas viejas, adiós Merengues clásicos, adiós instrumentales;
esa noticia me bajó el moco para el resto de la noche.
Mientras estaba Indignado, no tanto por la noticia, sino por
considerarme el asesino de ese hombre, se me aparece "mi otro yo", mi
alter ego, mi Dr. Merengue, y empezó a fastidiarme. Vean ustedes lo que me dijo
ese charlatán:
_ Buen asno, ¿y quién
te mandó a estar privando en Padre Billini?, ¿qué te creíste que eras, acaso la
Cruzada de Amor de los malditos Doce Años? Buen asesino, ¿es que pensaste que
ese "romo malo" solo le iba a matar las lombrices? ¿Creíste que le
regalabas dos botellas de leche, vulgar asesino?
_ Buen tarugo, ¿no pensaste en que ese romo podía matarlo?,
¿crees que vivirás tranquilo con esa muerte encima?
Cada vez que decía algo, yo sentía que se me estaba subiendo "la amarilla" pa´la cabeza, quería asesinarlo, pero cómo mato a alguien que no veo? Tendría que suicidarme para no escucharlo.
¡Maldición!-Me dije-
no soporto a este idiota dándome cuerda en las mismas orejas, tengo que
quitármelo de encima o me volverá loco. Sé que él tiene razón, pero cojollo, la
vaina no es para tanto, el maldito me tenía ateterado.
Me estaba escupiendo todo en la cara, y no contento con todo
lo que me había dicho, cogió un otro aire y empezó de nuevo, pero ahora a
compararme con lo peor del país:
_ Qué has hecho, buen Felucho Jiménez, buen Michelén, Félix (Piquito) Bautista.
Cuando llegó aquí, cambió la voz para decirme:
_Eres peor que Matos Berrido, con todo y su pensión
vitalicia, “No eres más que un Belcebú, un ángel del mal con todo y los cupones
del gas propano de Lockward.
Cuando dijo esto último hizo una pausa, creí que ya había
terminado, pero que va, no había forma de pararlo, y así siguió:
_ Eres peor que el cardenal, y mira que eso es mucho
decir; te pareces a Bengoa, eres peor
que el perro de Mamá Belica,
congresista, Pichirrí de pollo. ¡Mira asesino, Quirino, es una chancleta
comparado contigo, ni la familia de Vincho completa te da por los tobillos.
No quería decirte esto, pero, en un canje de una plasta de
sica y tú, el que vende la plasta sale perdiendo, y no te me vayas de ahí
porque no te vas a deshacer de mi, buen pechuíto, eres peor que los comesolos.
_ Pareces familia de Petán, de Nivar Seijas; eres tan
mugroso como los 200 millonarios de los
Doce Años".
“Eres peor que Leonel Almonte, el que te robó los primeros
40 mil pesos que ahorraste con tanto sudor, ¿no recuerdas que esos pesitos
fueron los primeros cheles que viste juntos y que tenias guardados en el banco
de ese ladronzazo; el te estafó el fruto de muchos años de trabajo, cuando el
peso valía algo.
_ Me enojé de mala manera, porque hasta el trago me estaba
haciendo daño, y le grité:
_ Pero, hijo´e puta, cállate esa boca ya, qué carajo ganas
con to´esa vaina?
_ No, no me callo, mejor cállate tú, pedazo de Euclides
Gutiérrez. Yo te estoy hablando del famoso Banco Universal, ¿Es que no lo
recuerdas ya, pedazo de mierda?
Toda esa basura estaba sonando en mis orejas, y parece que venía de mi propio cerebro,
hasta que me encojoné y decidí pararle
el coche:
_ Mira buen pedazo de tiniebla, ¿cómo iba yo a saber que ese
hombre se iba morir por yo regalarle dos botellitas de romo? Nadie lo ha vuelto
a ver, es posible que se haya casado con una sirena y se lo llevó mar adentro,
o quizás se volvió “peje”, ya deja de fastidiarme este trapo de vida”.
Así me desahogué, y parece que dio resultado porque mi
"Otro yo" se calló la boca y no
habló más del asunto.
Ya calmado, se me ocurrió fumarme un cigarrillo, mejor
dicho, una colilla que dejé guardada la noche anterior en el "quicio" de la puerta del
baño. Me fui al patio y me senté debajo de mi mata de Mamón, llamé a mi mujer y
le dije que me trajera un poco de café; su contesta fue:
_ ¿Y cuándo compraste
café?, porque hasta donde yo sé, el último que nos tomamos fue el que hice
aprovechando la "borra" del café del día anterior.
_ ¡No jodas! ¡No relajes, ombe! Entonces llama a la vecina,
y dile que me pase un poco café”.
_ Si sabes contar, conmigo no cuentes, fue su respuesta,
para luego seguir diciendo-
_ ¡Ven acá! ¿Es que la menopausia te ha cogido con hacer el
ridículo, pensando que voy a hacer eso? No me sigas fuñendo, sabes que pierdo
la paciencia y no queda un plato entero en la cocina, todos van a dar a tu
cabeza. ¿Por qué no vas tú a pedirle el café?
_ ¡Uao! Esta mujer parece que se entrenó en Viet Nan,
asimilé el boche y ahí quedó el asunto del café. Borré el momento, quiero que
el día de hoy sea todo tranquilidad y paz en mi patio. No estoy en pleitos.
Bueno, encendí mi colilla e inhalé la primera bocanada de
humo. (¿Para qué diablos fuma la gente, me dije, será para parecerse a la chimenea de El
Vaticano en tiempos de escogencia del Papa?, “no lo sé, pero no es bueno
fumar”, dicen que es un vicio, pero creo que solo queremos imitar la chimenea
de una panadería.
Bueno, hice unas
bolitas con el humo y alcé la cabeza para ver cuando se fuera difuminando en
las alturas, pero, ¡maldición!, ahí mismo una cigua hizo "su gracia"
en medio de mi frente; esto no es vida”.

_ ¡Plátanos, plátanos a cuatro pesitos vecina! ¡Este es el
plan Social del diputado Cedeño! ¡Son
hechos, no palabras!
Era la azarosa bocina del camión del diputado Eugenio
Cedeño, escandalizando el barrio con una estridencia del Diablo, lo peor era
que, se hacía acompañar de una fuñía bachata para anunciar los plátanos.
El maldito camión seguía:
_ Vecina, acompañe estos plátanos con……no llegó a terminar
la frase, o yo no la escuché, porque detrás del camión venia una camioneta con
una bocina que tenía el volumen más alto que el del camión, y parecía que ésta, le contestaba al "locutor"
platanero, como si desde la camioneta, ofrecían la "metura" de los
plátanos:
_ ¡Dale huevo vecina!, ¡dale lo que le gusta a tu "marío"!,
¡dale huevo, huevo! ¡Estos huevos tienen la yema como un yanikeke! Y grité:
¡Maldita sea!, ¿es que me van a volver loco?
Por fin se alejaron esos bullosos aparatos y escuché cuando
alguien llamaba desde la puerta del frente de mi casa, fui a ver quién era, y no había
saludado bien cuando ahí mismo viene un jodío carrito con una bocina amarrada
sobre el techo y con el volumen aún más alto que los dos anteriores, y se oía
la voz chillona de una mujer, la me pareció que era la misma que iba a mi
pueblo (San José de Ocoa) cuando yo tenía como 15 años.
Esa mujer que iba a Ocoa, se desgañitaba voceando la venta
de vermífugos lombrizóides, si ombe, era la misma voz, o al menos eso creí,
porque la dicción era fatal, tanto así que me recordó enseguida a Corporán de
los Santos (epd) y a la versión romanense del viejo Corpo, es decir, a Ramón
Moreta.
Así voceaba la mujer:
(con su mal hablar)
¡- Vecina, venga a eta guagua anunciadora a comprá la
patillas Cataflán! ¡La patillas Cataflán sirven pa’to, sirven “hata” pa'l
arranque, bla, bla, bla!
Me paré en la verja y
le voceé:
_ ¡Miren, malditos escandalosos, Uds. no piensan que en
alguna casa de este sector puede haber una gente agonizando, alguna perra o
alguna gata pariendo, o alguna gente estreñida, pujando en un inodoro tratando
de traer al mundo a un político (perdón, quise decir un moj...)
El chófer del vehículo cataflanero mí miro, y por los
movimientos de sus labios me pareció que dijo:
_"Dios mío, ¿será que ese tipo está muy mal del juicio?
Mientras tanto, la voz seguía:
_ ¡Tenemos también Racumín pa’la ratas! ¡Bla, bla, blu
blu!......
Esto es el Diablo! -Me decía, ya con los ojos inyectados en
sangre por la rabia. Me decidí hablar con el hombre que llamó a mi puerta y que
aún no había podido atender por la bulla de la que hablé.
_ Hola, ¿en qué puedo servirle?, le pregunté.
El hombre me miro raro y dijo:
_Mire señor, yo…....
No terminó de decir la palabra yo, cuando ahí mismo pasó un
azaroso en una Jipeta con la compuerta trasera levantada, sonando un
"malapalabroso" y puerco reguetón. El necio jipetú, parece que lo hacía
para que el barrio supiera del mal gusto que él tiene para la música.
Al fin se fue ese
otro bulloso, y seguí con el hombre que esperaba pacientemente en la puertecita
del frente. Hasta le dí las gracias por ser tan decente y esperarme, pero,
cuando ya íbamos a seguir la conversación, sonó mi celular, un guaya hielo de
los más baratos, hasta con las letras borradas.
_Perdone, señor, lo atiendo ahora. -le dije al hombre en la
puertecita-
_ No hay problemas, atienda su llamada, dijo el hombre muy
decente.
_ Aló, ¿quién habla?”
-dije-
_ ¿Es usted el señor Henry Osvaldo Tejeda? -dijo una voz de
mujer-
Para saber quién me llama, le tengo un sonido distinto a
cada uno de mis contactos telefónicos, especialmente, a ese que llamó), por
tanto, supe enseguida de dónde me estaban llamando, por lo que me puse en
guardia ipso facto, y así le contesté:
_ No joven, yo soy Toñito Martínez, un primo de él, este es
su celular pero fue que se le quedó aquí en la casa, cuando salió ayer hacia
Elías Piña. Me dijo que no regresará hasta la Semana Santa. (Estábamos en
agosto del 2011)
_ Jovencita, yo no tengo problemas en darle su recado,
dígame qué se le ofrece a ver cómo la puedo ayudar?
_ Bueno, dígale al señor Tejeda, que con ésta van 49
llamadas que le hemos hecho sin que él nos conteste. Dígale que lo llamamos
Banco Tahúr Popiuler, y dígale también que él tiene que saber que su tarjeta de
crédito se le venció desde Marzo del 2007, y que si no hace un pago en los
próximos días, nos veremos en la obligación de pasarlo al Departamento Legal”.
_ ¡Santísimo, qué pícaro se ha dado mi primo! -Dije- Pero no
se preocupe usted, tan pronto él venga se lo diré.
_ Muchas gracias, señor. ¡Ah! Dígale también que, si no
paga, es posible que vaya a dar con sus huesos a la cárcel.
_ Queeeee? -Me puse nervioso, pero me repuse enseguida y le
dije:
_ Cla.. cla.. Claro que se lo diré, adiós.
¡¡¡Uufffffff!!!!!!!.
¡Qué maldito susto!
Cuando la mujer habló de huesos y cárcel, sentí que algo me
bajó por el ruedo del pantalón hasta llegar a los zapatos, cayendo luego al
suelo; era un grano de habichuela que se salió solito.
Medité un poco.
"Ese maldito banco y esa azarosa mujercita me van a matar; el sueldo que
gano apenas me da para pagar los servicios, y lo que queda............ ¡No me
joda nadie, ombe!, ¡Qué vida del carajo!
Lo que más me incomoda de ese banco, es que me hicieron
sacar esa tarjeta de crédito casi a las malas, es más, se puede decir que me
obligaron porque ya me habían hecho los cuentos de ese y otros bancos, y yo no
estaba en eso. ¡Cuánta dulzura para hacerme sacar ese gancho, y mira ahora como
me tratan por menos de tres mil pesitos!
Aún nervioso y hasta asustado, volví donde estaban el hombre
esperándome desde hacía ratos. Lo encontré recostado de la puertecita del
frente.
_ Perdone Ud., caballero, dígame ahora lo que desea y
excúseme de nuevo”.
El hombre, ya algo nervioso me dice:
_ Yo soy agente vendedor de la funeraria “Váyase en Paz”, y
quiero presentarle un una gran oferta. Se trata de un terrenito en el
cementerio de Higueral que está en oferta, está súper barato. Dijo el tipo,
quien iba vestido de negro, continuó:
_ ¿Cóoooomo, puede usted repetir eso que ha dicho usted?
Se me inyectaron los ojos de sangre, sentí unas tremendas
ganas de asesinar a ese asqueroso descarado que, hasta se sonreía mientras me
decía su oferta, y hasta encendió un cigarrillo, el hijo'e puta creyó que ya me
tenía de cliente.
La rabia que me dio este carajo, más el susto con la llamada
del banco, hicieron que se me salieran trece granos de habichuelas, y hasta
unas cascaritas de tomates rojos, además de unas hojitas verdosas que me
parecieron que eran de lechuga; yo había comido lechugas ese día.
Para no cansarles con el cuento, me hice como que estaba
bien calmado y le dije al hombre:
_ Amigo, acerque la cabeza un poco hacia mí, porque quiero
decirle algo al oído.
Cuando acercó la cabeza, quise hacerle lo que le hizo Tyson
a Holyfield, es decir, arrancarle una oreja de cuajo de una sola
"mordía", pero me contuve y solo atiné a coger mucho aire por boca y
nariz, y cuando sentí que tenía bastante aire en el cuerpo, le grité a todo
pulmón en plena oreja:
¡Hijo de la gran puta! ¡Malditoooo! ¡Azaroso! ¡Ave de mal
agüero! ¿Acaso me está usted viendo cara de mortaja?, ¡Maldito fucú, grandísimo
Cristóbal Colón, Cámara de Cuentas, Nicolás de Ovando, tumba tabique,
"jediondo a chifle", cocote de Andullo, quita gusto, caga cocina? ¡Nariz
de fuelle de acordeón de priprí! ¡Lárguese de mi vista, cuervo del carajo!
Para mí que ese hombre trajo resortes desde que lo parieron,
porque con un sólo brinco llegó hasta al contén, para luego mandarse en una
carrera que, ni el Correcaminos de los cartones animados de Acmé, podría
alcanzarlo.
Antes de que le dijera otra cosita, ya el hombre iba
llegando cerca del taller de Goliprí, próximo al Bar Los Colonos. Ya yo ni lo
veía, apenas divisaba una nubecita de polvo en el horizonte, y como si hubiera
sido poco lo que le había dicho, y aunque ya no me estuviera oyendo, me fui al
medio de la calle y le volví a gritar:
¡Y no vuelvas más por aquí, hijo de la gran putaaaaa!!!!.!.
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