viernes, 11 de diciembre de 2015

VIVENCIAS EN SAN JOSÉ DE OCOA: JOCOSIDADES DE LA BANDA DE MÚSICA EN LOS AÑOS SETENTAS

Por Henry Osvaldo Tejeda
La Banda Municipal de Música de Ocoa, en la década de los setentas
Nótese el uniforme, confeccionado al estilo militar alemán
(Reedición)
La banda de música de Ocoa, estaba plagada de gente "chusca" y/o "relajaos", como se le dice a la gente que relaja mucho y que en El Cibao le dicen "Celébre"(Con acento en la primera "e").

Como "relajaos", debo mencionar a Mamilo, Nidio y Neo Pimentel (Todos esos "Pimenteles" son hermanos), Cayayo Aguasvivas, Rafael Núñez, Tony Pacheco, Darío Castillo, Morenón, Chico Tejeda y muchos otros no menos "relajaos" que los anteriores.
Nidio Pimentel, Primera trompeta
de la banda

Había que estar ahí para saber lo que se gozaba con esos terribles músicos del terruño. Todavía Mamilo Pimentel sigue en el medio jodiendo la paciencia, a cada rato lo veo figureando en los blogs de Ocoa con sus ocurrencias. 
El autor, en la glorieta del parque

Mamilo es el autor de las letras de la canción parodia, que le compuso a la situación del Pastor Niní Duvergé, el mismo de la barra donde la juventud de la época "jartaba" de sándwiches y batidas. 

Esa historia está en otras Vivencias, muy jocosa por ciento, se trata de que confundieron a una persona y le lanzaron una funda llena de excremento creyendo que era otra persona.

Cayayo Aguasvivas, era un tajalán de pausado hablar pero, carajo!, ese hombre salía con unas vainas que eran para cag... de la risa, al igual que Genao, pero, aunque era más calladito, tenía también su melao y su musiquita por dentro.

Mamilo Pimentel
Segunda trompeta
Un día, (esto me lo contó Nidio Pimentel, porque yo ni cuenta me di) mientras íbamos tocando y marchando desde la glorieta hacia el local de la Academia de Música, a Dante, uno de los saxofonistas por estar de pendenciero, tropezó con algo dando un traspié, y por poco se cae de boca.

Neo Pimentel, saxofonista y
clarinetista
Al bajar la cabeza bruscamente, se le salió la caja de dientes y antes de que se la pisara el músico que venía detrás, le dio un zapatazo que la llevó hasta el contén derecho de la calle, yendo a caer los dientes al frente del colmado de Pirindín (hoy es, el colmadón de los naranjaleros de esa esquina, jocosamente llamados "Los Cagaos". ¡Suuuu, santísimo!

Cayayo Aguasvivas, Trompa (corno
francés) y trompetista
Sin perder tiempo, Dante, se salió de la fila y se aplastó a recoger su caja de dientes y luego de ponérsela se mandó en una carrera detrás de la banda que ya iba casi llegando al local de la academia, creyendo que nadie se dio cuenta de lo que le pasó, pero ahí estaban los ojos "malévolos" y la lengua de máuser de Nidio Pimentel. Al otro día, la historia  solo la sabía, Nidio y el pueblo. No se le quedó nadie por contársela. "Yo no soy baúl de nadie" -me dijo Nidio, muerto de la risa-. 

OTRA HISTORIA

Una vez tocábamos una alborada y eran como las 5 de la mañana, y cuando íbamos bajando la cuestecita que hay en la calle Sánchez próximo al barrio El Rastrillo (un poco antes de la factoría de la Casa H. Pimentel, a Francisquito, quien tocaba el Bombo (Léase, drum) que es el tambor más grade usado en las bandas de música), se le zafó la correa que le ataba al Drum, y cuando ese artefacto empezó a rodar "jarda abajo" entre los pies de los músicos, y peor aún por el escándalo que hacía ese aparato, se armó un "juidero" del carajo.

Francisquito, Bombo (Drum) y
redoblantista y tamborero
Francisquito solo dijo: ¡Ay, María santísima!, si ese aparato se rompe, ahí mismo me jodí porque tendré que vender la montura (un burro) para pagarlo. Francisquito era un humilde (Lo éramos todos los músicos de la banda) campesino que llegaba en un burro desde La Agüita, donde vivía y lo dejaba amarrado donde el padre de Genao y de ahí se iba a cumplir el servicio en la banda de música.

José Genao, Bombardino
(Tuba)
Rafael Núñez, que era el batutero, otro "relajao" graduado y con un doctorado en chercha, tiró un brinco que casi se cae por la "Cañá del Rastrillo", pero como el tambor zigzagueaba llevando una ruta loca, Rafael se asustó y mandó en una carrera; solo se le vieron los ruedos del pantalón cuando dobló la esquina antes de la Casa H Pimentel hacia el norte.

Así transcurrió una madrugada más, en ese apacible y noble  pueblito del Sur dominicano, un jardín de gente sana (y medio loca), servicial, y sobre todo "relajá".

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