miércoles, 25 de julio de 2012

EL CHACHA-RISA

Era un sábado el día en que un veterinario tenía pensado casarse, eran como las 6 de la tarde y la boda sería a las 8 de la noche. Ya estaba por irse, cuando en eso llega al consultorio una mujer con un perrito enfermo.

_ Mire señora, yo me voy a casar en dos horas y no tengo tiempo de atender su perrito, le dijo el doctor.
¡Por Dios, doctor, esa es la mascota de la casa y estamos muy mortificados pensando en que se pueda morir, tómese usted unos pocos minutos y atiendalo por favor.

El doctor se condolió, vio al perrito y le dijo a la  mujer:
_ Le voy a poner una inyección para calmarlo y bajarle la fiebre, hasta que usted pueda traérmelo la semana que viene.

Así lo hizo y la señora se fue más contenta. Pero el veterinario no sabía ella tenía el número del celular de él.
Como a las 9 de la noche suena el teléfono del doctor, quien ya estaba en un cuarto de hotel en plena luna de miel.

_ Aló, quién habla? -Dice el doctor-
_ Soy yo, la dueña del perrito que usted atendió hoy y quiero decirle que ya la fiebre se le quitó, pero ahora está pegado de una perrita del vecindario, dígame qué hacer para despegarlos.

_ ¡Échele un jarro de agua!
A los cinco minutos vuelve a sonar el teléfono.
_ ¡Buenas noches! -Dijo el doctor-
_ Soy yo otra vez Doctor, ya le eché dos jarros de agua al perrito y sigue pegado, qué hago?
_ Échele tierra, señora! -dijo el doctor-

No habían transcurrido cinco minutos, cuando sonó el teléfono de nuevo.
_ ¡Aló, diga usted!
_ Doctor, soy yo otra vez, ya le eché tierra y nada, el perrito sigue pegado de la perra y ya estoy desperada, dígame ¿Qué hago ahora?

El doctor, con toda la tranquilidad del mundo le dice:
_ ¡Dígale al perrito que lo llaman por teléfono!
_ Queeee? y cree usted que eso dé resultado?
_Pues claro que si, porque van tres veces que usted me ha despegado a mi llamando a este maldito teléfono.

No sonó más el teléfono.

UN SOLO PIE

Hacía como diez años, que una mujer tenía amores con un tipo y nunca él le hablaba de matrimonio. Ella insistió hasta que el hombre le dijo:
_Muy bien, tu lo que quieres es que nos casemos? Nos vamos a casar, pero te voy a dar una sorpresa que no se te olvidará  jamás.

Así lo hicieron, pero la mujer se asustó con lo que le dijo el tipo, y fue donde se mamá y le contó lo que él le dijo.
_Ah, eso es que viene con una maldad -dijo la madre-  pero déjamelo a mi; voy a rentar una habitación en el mismo hotel donde ustedes irán la noche de la boda para tirarme la oreja de lo que esté pasando.

Cualquier cosita rara que vaya pasando, tu lo vas diciendo en voz alta para que yo te oiga y asi saber con qué disparate es que viene ese tipo.
Así se hizo, y la noche de la boda, cuando se iban a acostar el hombre le dijo:
_Bueno, ahora tienes que apagar la luz para que sepas mi sorpresa.

Cuando apagaron la luz, él cogió un destornillador y se quitó una pierna de goma que tenía y se quedó parado en una sola pierna.
Como la muchacha estaba medio asustada, de repente encendió la luz y cuando vió eso dijo en voz alta para que la mamá la oyera:
_Mamá, el hombre se quitó la ropa y lo que tiene es un pie.

Desde la otra habitación, la madre contestó:
_No ombe, no te asustes, mejor deberías sentirte feliz por eso, tu papá lo que tiene es una sola pulgada y hemos sido felices toda la vida.

EL ANUNCIO EN EL PERIÓDICO

La mujer que se cansó de tantos fracasos amorosos que habia tenido, decudió poner un anuncio en los diarios donde decia:
"Necesito un hombre que no me dé golpes, que no me persiga si me voy corriendo y sobre todo, me dé mucho amor.

Al otro dia fue un hombre que, por los golpes que daba en puerta parecía un muy fuerte y vigoroso.
Ella abrió la puerta, y lo que vio fue a un hombre sin brazos y sin piernas sentado en una silla de ruedas.

_Y qué carajo quiere usted señor que está casi tumbando la puerta con sus golpes? Le preguntó ella.
_Yo vine por el anuncio del periódico, dijo el hombre.
_Y se cree usted reunir las exigencias mias en esas condiciones?
_Claro que si y se lo voy a explicar: usted dice que quiere un hombre que no la golpeé; yo no puedo hacerlo porque no tengo brazos.
Usted quiere un hombre que no ande persiguiéndola; yo no lo puedo hacer porque no tengo pies ¿Lo ve usted? -Dijo el hombre lo más serio-

_Pero señor, ¿Y con qué piensa usted darme las caricias y todo el amor que necesito? -Dijo ella-
_Ajá -dijo él-
_ ¿Con qué cree usted que yo toqué la puerta? -Respondió el hombre guiñándole un ojo.

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