domingo, 13 de enero de 2013

VIVENCIAS EN SAN JOSE DE OCOA: AÑORANZAS DE MIS VIAJES AL SALTO DE PARRA

Por Henry Osvaldo Tejeda Báez
El Salto de Parra, es un charco natural encerrado en piedra compacta
 a cada lado y que fue hecho por la propia naturaleza
Si tuviera en cheles  (Chele: un centavo de peso. 100 cheles, es igual a un peso) las veces que me zambullí en ese charco de frías aguas, hoy fuera rico. ¡Ay, mi querido Salto'e Parra carajo!....
Una barrio de San José de Ocoa al caer la noche. Al fondo, como siempre,las montañas ahora en penumbra

Cacao Santana y yo, acompañados de dos o tres traviesos adolescentes del barrio, decidíamos en cualquier momento ir a bañarnos al Salto de Parra.
La idea era, aparte de irnos a bañar, también ir maroteando en el trayecto de unos tres o cuatro kilómetros (marotear: recoger frutas del campo).
Este es el lado sur del parque  Libertad de Ocoa. Al fondo,  el pie de la montaña
Primero bajábamos la cuesta de Los Lara (esa era una de las rutas) cruzábamos el Río Ocoa, pasábamos el arroyito Parra, nos internábamos hacia arriba y, en una bifurcación del camino en plena subida, nos desviábamos hacia la izquierda (hacia la derecha era el camino a la comunidad llamada Parra.

Subíamos unos doscientos metros y llegábamos a lo llano. Aquí aprovechábamos para cortar horquetas de un arbusto llamado Palo de Leche  por ser éste muy resistente a las gomas, liviano y muy duradero.
Cerca de esas matas de Palo'e Leche (más bien, es un arbusto) habían unas cuantas matas de Caimitos de los pequeños, pero tan dulces como las ciruelas pasas pero, con mucho mejor sabor y con el atributo de que no empalagan ni dan diarrea, como la ciruela extranjera.
Aquí estoy yo en foto tomada hace unos 5 años en el barrio donde me crié. Al fondo
un panorama normal en Ocoa, el pie de una gran montaña
Lo único que no me gustaba del Caimito era que, se me ponían  los labios morados; ese es el color de la pulpa de la fruta que, por cierto, era muy difícil de quitar si solamente te lavabas con agua pero, como todo chico de pueblo, tan ligados a la naturaleza, teníamos  lo que podríamos llamar, el "antídoto" para ese inconveniente.
¿Cuál es la contra? la misma hoja del Caimito; nos las estrujábamos en los labios y ¡santo remedio!
Otra de las limpias calles de Ocoa, y, como paraíso al fin, al fondo se puede ver
las frías montañas que completan y adornan el bello panorama del pueblo.
Eso es lo que se llama vivir palmo a palmo la vida silvestre, donde no hay zancadillas, alejado del infernal mundo de los que saben demasiado, de las grandes fábricas que envenenan el ambiente, y qué bueno es, ser de un pueblo como San José de Ocoa, donde en cada final (o comienzo) de cada calle del pueblito, te encuentras con el pie de una gran montaña. ¡Carajo, que niñez tan inocente y feliz, que adolescencia tan sana e ignorante de que los políticos existían, que niñez y que adolescencia tan sana y sin vicios. ¡Ay, quién pudiera volver a su niñez! Si lo descrito antes no es un privilegio del que nos dotó la naturaleza a los nativos de Ocoa, no sé que otra cosa podría ser. ¡Es un privilegio!
Esa es la calle Duarte, que pasa por el lado norte del parque Libertad . Nótese al fondo,
el  cúmulo de montañas con sus difusas cimas cubiertas de nubes bajas. Nótese también, la
La limpieza de  las calles de mi pueblo.

Cuando pienso que, con una simple hoja de de Caimito nos quitábamos el color morado (Morado dulce) de los labios, y que hoy no podemos borrar ese mismo color (Morado amargo) del ambiente, ni  frotándonos el cuerpo con las mejores detergentes morales, me siento un infeliz al que le han robado la felicidad, un nadie, un miembro de una recua que es llevada a “rompicuescos” (atropelladamente) y a latigazos limpios, hacia un lugar que sólo conoce el dueño de la recua y del oprobioso color morado.
SIGUE LA TRAVESÎA, ESTAMOS LLEGANDO
Luego de comer cada uno unas cuantas docenas de Caimitos, caminábamos unos 200 metros más y llegábamos a la puerta de palo y alambres que era la entrada a la "cerca" donde se encontraba el famoso salto de agua.
En  un pasillo del parque de Ocoa. Al fondo, la glorieta donde tanto corrí y jugué
cuando era un niño y que luego sería el lugar donde tocaría
La Retreta, como músico de la Banda Municipal de Música

 Aprovechábamos la cercanía de unas grandes y frondosas matas de Mangos Redondos y Largos, les largábamos unas cuantas pedradas para tumbar mangos, pero sin mucho entusiasmo, porque el motivo del viaje  era el baño en el salto de agua.

Aprovechábamos también, una que otra mata de guanábanas y de Mamón en el camino, "atentábamos" los frutos (acción que se hace con los aguacates, para saber si están maduros), los maduros los comíamos y los demás, los dejábamos.
Final de otra calle de Ocoa y como fondo, las montañas paradisíacas que  rodean su entorno
Cuando veíamos que los frutos que, aun estando verdes, estaban a punto de madurar, nos los llevábamos para terminarlos de madurar en nuestras casas.

Ciento cincuenta metros más y... ¡El Salto de Parra!! Pero cuando veníamos a llegar al salto, nos habíamos despojado de casi toda la ropa. No bien habíamos llegado cuando empezaban a escucharse el "Chumbulúmmmm!!! ¡Plas! Esa era los clavados. Nos lanzábamos desde la piedra por llega el agua al charco.Horas muertas durábamos metidos en ese paraíso.
San José de Ocoa, visto desde la curva llamada La Vuelta de la Paloma. Hermoso
Nótese con más claridad parte de las montañas del terruño querido
Nos quitábamos la ropa antes de llegar y seguíamos hacia arriba, y a unos 150 metros, ahí estaba el Salto de agua. Si queríamos curiosear, nos íbamos mas arriba hasta el charco del Muerto y el Charco Las Tres Narices. Luego el trayecto se iba haciendo más espeso y mucho más incómodo, ya que de ahí en adelante hay hasta matas de Bambú. Fue el único lugar de Ocoa en que vi. ese tipo de mata.
Cuando veíamos que los frutos que, aun estando verdes, estaban a punto de madurar, nos los llevábamos para terminarlos de madurar en nuestras casas.
Si se va a hablar de Ocoa sin mencionar al sacerdote canadiense,
Luis Quinn (El Guayacán de la Sierra), mejor sería callar. Es el padre de nuestro pueblo 
Ciento cincuenta metros más y...¡El Salto de Parra!! Pero cuando veníamos a llegar al salto, nos habíamos despojado de casi toda la ropa. No bien habíamos llegado cuando empezaban a escucharse el "Chumbulúmmmm!!! ¡Plas! Esa era los clavados. Nos lanzábamos desde la piedra por llega el agua al charco. Horas muertas metidos en ese paraíso.
Hasta en las noches ocoeñas, las montañas juegan un papel importante. Aquí vemos cómo se completa el panorama, con esas lomas en penumbra. 
Nos quitábamos la ropa antes de llegarcamisa y seguíamos hacia arriba, y a unos 150 metros, ahí estaba el Salto de agua. Si queríamos curiosear, nos ábamos mas arriba hasta el charco del Muerto y el Charco Las Tres Narices. Luego el trayecto se iba haciendo mas espesos y mucho más incómodo, ya que de ahí en adelante hay hasta matas de Bambú. Fue el único lugar de Ocoa en que vi ese tipo de mata.

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