jueves, 27 de mayo de 2010

EL veterano periodista Julio Perelló: Reconoce Nació en Ocoa



A continuación, publicamos la carta que nos envía el buen amigo, el periodista romanense Julio Perelló, a quién parece que le ha remordido la conciencia el haber tenido guardado en su memoria por tanto tiempo su lugar de nacimiento, y que hoy, con tanta nostalgia y amor, hace pública de manera formal.

"Nací, según mis padres, Adelfa Sánchez y Julio Perelló, en Sabana Larga, un diecisiete de marzo de 1955. Ayudado a venir al mundo por mi tía, hermana de mi madre, Ana María Tejeda. Según cuentan mis progenitores, a los pocos meses de estar en el mundo de los seres vivientes, se me trajo a vivir a la provincia de La Romana, de modo particular a un batey de la empresa azucarera Central Romana, llamado Plumita, donde mis padres ejercían las labores de comercio, de aquellas bodegas que poseía la compañía Hilary Mayol, unida al emporio azucarero".

"Al acabo de un tiempo, todavía en los albores de la niñez, se me trajo a vivir a Guaymate que, en aquel entonces. tenía la identificación de Batey, dado que en 1963 había adquirido la condición de municipio. Viví en Guaymate hasta los quince años. Partimos a los Estados Unidos en los primeros años de la década de los setentas hasta un tiempo largo de nuestras vidas".

"A pesar de no tener ese contacto de manera profunda con todo lo que significa San José de Ocoa, no puedo ocultar que soy de allí. Las familias materna están enclavadas en su contexto de desaparición física (muertos) y los que pertenecen a los elementos de relevos generacionales están allí. Nuestro padre nació en Baní. Fuerte ligazón me une al pueblo de la raspadura y las mejores cosechas de vegetales de todo el país".

¿COMO OLVIDAR?
"Cómo olvidar los períodos de visitas desde La Romana a San José de Ocoa, en especial la cadena de crujías que se pasaba para llegar a La Horma, donde vivía mi abuelo Ismael Tejeda, o donde las tías Gladys y Catalina".

"Cómo olvidar los famosos mandados al colmado de un señor apellido Pujols con el consabido papelito de la compra y su posterior Ñapa. Cómo olvidar las travesuras de niño al bajar de manera temeraria en una batea o yagua de palma desde lo alto que estaba enclavada la casa del abuelo hasta el río".

"Cómo olvidar las frías aguas del río que hacían más peligroso el baño ante las recriminaciones de Mamá o del Abuelo. Cómo olvidar en la Horma, las ayudas a las familias que se encontraban en la cosecha de las papas, café o maní".

Cómo olvidar a los chóferes de los viejos jeep Land Rover, convertidos en transporte de pasajeros, cuando paraban donde la tía Gladys a tomar café o agua y que de plano le hacían el obsequio a todos los carajitos que estábamos en la casa, ya sea del chele o el dulce que traían desde el pueblo".

"Cuantos recuerdos, cuantas nostalgias. Pero la vida, a pesar de que con el paso del tiempo se va convirtiendo en una selva de acero y de cemento, a veces no permite que el tiempo lo borre todo, lo saque de golpe y porrazo. Es por eso que aprovechando la benevolencia del viejo comunista Henry Tejeda, que si sacamos cuenta, somos familia, he querido plasmar algunos datos del recuerdo que aún viven".

"Ahora bien, independientemente de ello, quiero aprovechar la ocasión para decirle a los ocoeños, que bajo ningún concepto se permita que con el tiempo se borre la memoria ni los hechos, en su trayectoria de vida, del Padre Luis Quinn. Hombres como él nacen cada cien años. Los casos están ahí".

"No conocí al Padre Quinn, me refiero de manera personal, ni mucho menos tuve la oportunidad de estar presente en su velatorio ni su morada final. Sólo por las referencias que he tenido. Referencias, que son más que suficientes para no dejar pasar por alto cuán grande es su legado y cuanto le debemos; que es justo y necesario mantenerlo en el altar de los recuerdos como símbolo permanente de orgullo el haberlo tenido por las tierras ocoeñas".