martes, 25 de mayo de 2010

CHÁCHARAS: LA IMPORTANCIA DE UN "SAN ANTONIO"

Por Henry Osvaldo Tejeda
Los dominicanos somos sui generis, podemos parecernos en algo al resto del mundo pero que va, somos otra cosa; así le decían a Olga Lara sus fanes, para diferenciarla de Vickiana en el sentido de que Olga era mejor cantante.

Cuando el dominicano común se encojona, a lo primero que le echa manos para mejorar el mal genio, es al idioma, lo destroza de tal forma que si Cervantes estuviera vivo, se hubiera "mochado" la única mano que tenia al momento de firmar con San Pedro (Hoy se dice, "firmó con los Orioles) su contrato de viaje sin retorno -dicen que perdió la otra mano en la batalla de Lepanto, pero pudo haber sido por meter la mano en unos sostenes sin permiso, eso está confuso todavía- le hubiera solicitado al presidente español actual que retirara la embajada española de este país.

Cervantes, hasta hubiera amenazado con venir al país a recoger todas las ediciones del Quijote de la Mancha, y en un acto público no oral ni contradictorio, pasarse el libro por la ranura que divide las dos montañas traseras y peludas de su esquelética figura, en repudio a la manera tan fea de hablar el idioma castellano, por parte de los dominicanos.

Se dice que somos un país muy especial, y eso no es mentira; en este país, no nos sentimos satisfechos con las palabras que nos ha dado el idioma de Cervantes para desahogarnos de las rabietas, pues estas, superan con creces lo eximio del alcance de esas palabras castellanas; me explico:
la palabra "coño", siempre la tenemos a flor de labios para decirla por cualquier pendejada o pequeñez; veamos:
"Cooooño, se me olvidó pagar el teléfono (coooooño, ahora que hablo de eso, a mi se me ha olvidado pagar el teléfono, que joder). La palabra coño en este caso, se ajusta perfectamente a la magnitud del problema.

Pero amigos míos, cuando vas corriendo descalzo lo más quitado de bulla, y por mano'el Diablo tropiezas con una piedra bien filosa de esas a las que les dicen lajas, o te caes al tropezar con un tocón, una bacinilla vieja, o cualquier cosa y te golpeas en los cojones, no me digan ustedes que esa simple y manoseada palabra coño es suficiente para desahogarse uno de ese trancazo, no señor, no es así, en ese momento decidimos que decir solamente esa palabra no nos calmaría el dolor del tropezón o del golpe,  y hasta la consideramos muy corta para expresar nuestro dolor, entonces, es cuando necesario anexarle unos adornitos como estos: 
https://iliocapozzi.blogspot.com/2010/05/palabras-del-idioma-nuestro-de-cada-dia.html
"Coñazazazo, maldita piedra del carajo, recontracoño, piedra hija de la gran putaza!!!!
Si es en un hoyo de la calle en el que caes, aparte de usar la palabra coño con su anexo, es posible que también optes por "mentarle la mai" al síndico, o al mismo gobierno: ¡Coñazoo, maldito Ayuntamiento! ¡Azaroso gobierno; ladrones del coño,tapen los malditos hoyos de las calles!
Para desahogarnos, es muy importante  agregarle algo al coño, y parece que eso alivia porque no solo te calma un poco dolor por un golpe u otra calamidad, sino que, te desahogas diciéndole al gobierno todo lo que se te ocurre en esos momentos, claro está, siempre que no haya policías cerca, y si los hay, te limitas al coño "gritao"con sus anexos.

En esos anexos" encontramos la contra parte perfecta de nuestro dolor y aunque no lo crean, me parece que eso es hasta psicológico. Hay cosas que no son reales y que solo están en el "tutú"de la gente (Sinónimo de cabeza, en lenguaje ocoeño). 
  
Cuando llega la luz luego de un apagón, sentimos la sensación de que nos entra un aire fresco por las puertas; eso no es real, pues solo está en nuestro "tutú".
Sigo con el tema. Lo malo de un golpe "ahí abajo"(En Ocoa, decíamos las gandumbas), es que uno no se puede dar masajes por ahí, y hasta nos da vergüenza que la gente sepa que estamos "privaos" de un dolor en esa zona por lo que nos sentimos aún más impotentes y el encojonamiento es doble.

En este país, muchas personas de las que se las dan de decentes y dizque muy recatadas, prefieren implosionar (explotarse por dentro) antes que dar un grito que manifieste el dolor que sienten en la digna y sutil área  de los materiales colgantes.