viernes, 7 de octubre de 2011

CHACHARAS CORTITAS SOBRE CONTRABANDO DE AJO



Por Henry Osvaldo Tejeda B.

Esta tarde, me puse a leer los diarios digitales y vi esta noticia: "Confiscan 236 sacos ajo que entró al país de contrabando por Haití".

No sé ni porqué, pero me puse a leer esa noticia, digo "no sé porqué", ya que eso no es raro aquí pero, como curioso al fin hurgué con avidez para conocer los nombres de los involucrados, uno nunca sabe, es posible que aparezca algún conocido. 

Señores, les juro que tiré un brinco. ¿El motivo? Uno de los implicados tiene por nombre ¡Fijaos bién magistrados lectores! LEÓN FERNÁNDEZ REYNOSO. (No es un invento mío, lea El Nacional la fecha).

Los nervios se me aceleraron, me estrujé los ajos, perdón, quise decir, los ojos;  la euforia dio lugar a que se me saliera una ventosidad de gas metano, volví y me estrujé los ojos a ver si era que tenía un par de lagañas pegadas de los párpados, pero que va, me llevé una gran decepción porque el nombre no era el de la persona que yo quería que fuera el dueño; habían unas letras que no combinaban lo que yo  quería que combinara.

Pensé en Al Capone, aquel gangster norteamericano, un  asesino y gran mafioso del hampa que operaba en Chicago y a quien no había forma de probarle sus crímenes en los tribunales, hasta que al fin lograron encarcelarlo, juzgarlo y condenarlo a once años de prisión en el  penal de Alcatráz, donde finalmente murió de sífilis; no se quiso dejar poner una inyección contra esa enfermedad.

Al Capone, no fue juzgado por su gran rosario de crímenes, sino, por evasión de impuestos. ¡Vaya ironía del destino! 

Con el tipo del contabando de ajo, el que yo quería que fuera el detenido en esta historia, pensé: 

"Bueno, no lo pudimos coger, ni juzgar, ni encarcelar por corrupto ni por los bienes que ha acumulado por ese concepto, pero coño, lo cogimos por ¡CONTRABANDISTA DE AJO! ¡Hubiera sido una gran historia, pero..,  que desilución.! 

Aún después de saber que el tipo no era quien yo quería que fuera, volví a leer la información a ver si en el primer nombre, una de las lagañas que creí tener en los ojos, me había impedido ver las letras finales, es decir, EL, y me fijé también si en el segundo apellido, la otra lagaña me había hecho distorsionar el apellido, es decir, que es posible que hubiera visto una A y no la palabra OSO. 

Pero nada, ya pasó, otra vez será, es sólo cuestión de tiempo. 

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