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| Victor Martinez |
San José de Ocoa, tierra de montañas, riñon estrujado que supura tristezas y olvidos; albergue pródigo de indios fugitivos y de negros alzados. Tierra castigada por la indiferencia de gobernos malos, y hasta por los hijos de esta misma tierra.
Como sabrás, hermano del alma, hace muchísimo tiempo que los ciudadanos ocoeños que viven en Ocoa son más escasos que las muelas de garza. La cosa pública no es concebida para satisfacer el pro común, y la miseria espantosa que rodea el reducido centro urbano no inquieta la imaginación ni suscita preguntas. Llegas a la Vuelta de la Paloma y te encuetras con un paisaje florido en las paredes de casuchas tristes, habitadas por paisanos fatalistas que se conforman con ser clientes del gobierno de turno. Los instas a rebelarse contra su postración, das la espalda, y te sacan la lengua.
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| El padre Luis Quinn se retuerce en el infinito, al viendo del abandono del que es objeto por parte del gobierno ese pueblo tan guerrero, tan humilde y trabajador. |
Algunas buenas gentes, cada vez más escasas, predican a oidos sordos, y mañosos atados a intereses ajenos, atajan ingenuos para que otros los enlacen. El PLD y Leonel han sido una plaga para Ocoa. Cuando surja una mayoría tenazmente decidida a fumigar a Leonel Fernández y a sus defensores, la tierra de Ocoa será reinvindicada.
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